Fotografía: Sarahi Boleko Eribe, presidenta SOS Racismo Madrid. Fuente: SOS Racismo
Sarahi Boleko tiene 26 años y es la directora de SOS Racismo Madrid, una organización que tiene como objetivo investigar, analizar y visibilizar el racismo estructural desde una mirada colectiva y antirracista. Llevan más de treinta años trabajando diferentes líneas de acción como la investigación para recopilar, analizar datos y proponer políticas inclusivas o erradicar prácticas racistas, la comunicación a través de nuevas narrativas y mensajes desde espacios propios, la cultura como herramienta de cambio social o la formación para sensibilizar y generar conciencia. La organización que preside Boleko es consciente de la importancia de un enfoque multidisciplinar y apuesta por formatos innovadores como el podcast para divulgar y poner sobre la mesa cuestiones que a menudo no salen de los círculos antirracistas.
Boleko nació en Madrid y es de origen ecuatoguineano. Como mujer racializada ha tenido que navegar muchos espacios en los que no se ha sentido bienvenida y ha desarrollado una capacidad de adaptación vital para sobrevivir en un país que te pide sentir pertenencia mientras te la niega. “Tanto mi decisión de empezar a hacer activismo, como mi decisión de hacer relaciones internacionales y después el máster de estudios africanos, no fue ni siquiera con miras profesionales, sino que necesitaba entender ciertas cosas”, admite Boleko. “Me ayudó a entender el sistema, pero no a entender formas de luchar contra el mismo”. Y es que aprender sobre una estructura que a menudo no tiene en cuenta tu mera existencia, puede ser altamente complejo.
“Tanto mi decisión de empezar a hacer activismo, como mi decisión de hacer relaciones internacionales y después el máster de estudios africanos, no fue ni siquiera con miras profesionales, sino que necesitaba entender ciertas cosas”.
Sarahi Boleko, directora de SOS Racismo Madrid
Su activismo comienza como algo de índole personal gracias a internet y el altavoz que suponen las redes sociales. “Me empiezo a topar con diferentes figuras como Desirée Bela y todo ese movimiento por recuperar el pelo afro, pero mi activismo también surge desde ese reclamo del feminismo. Empiezo a hacer diferentes demandas en redes, desde una figura totalmente online. Yo literalmente quejándome”, asegura entre risas. Internet ofrece una lanzadera al mundo, pero el activismo online no está exento de polémicas. Hay quien lo considera tan cómodo y seguro como fútil e individualista. “No digo que la movilización no sea importante, de hecho la reclamo, pero veía una necesidad de llamar a la puerta, de reclamar que haya un cambio y una concienciación que vaya más allá de las personas que me siguen y comparten mi contenido”. El activismo online es unidireccional y posiciona al activista en el centro de la conversación fomentando un culto a la persona y diluyendo a veces el mensaje. “Cuando empiezo a ver las movilizaciones colectivas en 2017 y que diferentes asociaciones hacen un manifiesto colectivo y se lo entregan al gobierno, todo cambia”, asegura. Ahí es donde el activismo de Boleko pasa de lo personal a lo colectivo.
De repente, todo encaja. Los conocimientos que ha ido adquiriendo en la universidad le permiten navegar espacios a menudo hostiles. Una estudiante de Relaciones Internacionales pasa años observando y analizando las instituciones que rigen el mundo y, sobre todo, su impacto. Para Boleko era necesario trabajar desde ahí, pese a las críticas de compañeras y compañeros militantes que se niegan a trabajar en el marco de un sistema que tildan de racista y colonialista. “Entiendo que hay otras formas de ser activista y de militar, pero yo necesitaba hacerlo de esta manera. Creo que es importante estar en el ámbito de la incidencia política, dentro de los marcos institucionales de la sociedad civil”. Dentro del movimiento antirracista existen diferentes formas de abordar la lucha y es probablemente esa pluralidad de enfoques la que ha permitido que ocupe el espacio que ocupa hoy en día. “Creo que es importante que haya gente replicando el mensaje que hacen las periferias o acoplándolo. Se me invita a un espacio porque SOS Racismo lleva 32 años trabajando y tiene un renombre. Yo uso este renombre para decir en el Ministerio de Igualdad que hay gente pidiendo la dimisión de Irene Montero por unas situaciones que se han dado. Voy a poner el cuerpo porque a ellas no las han invitado, pero a mí sí”, asegura Boleko.
“Entiendo que hay otras formas de ser activista y de militar, pero yo necesitaba hacerlo de esta manera. Creo que es importante estar en el ámbito de la incidencia política, dentro de los marcos institucionales de la sociedad civil”
Sarahi Boleko, directora de SOS Racismo Madrid
La activista es consciente de sus privilegios. “Como mujer negra racializada en España con estudios superiores y que trabaja 40 horas, puedo permitirme mi activismo porque tengo un trabajo que me respalda”. Ser consciente de las diferentes realidades dentro del movimiento antirracista es esencial, ya que el racismo no se manifiesta igual en las personas que han nacido y crecido en España que en las personas migrantes y, menos aún, en quienes se encuentran en situación administrativa irregular. La perspectiva de género también es vital. Boleko es consciente de que el antirracismo no se articula en una burbuja a la que el patriarcado no puede acceder. “A la hora de ser activista, eso se ve. Se ve quienes son las personas que están moviendo todo y quienes tienen el espacio y el foco. Tomar los espacios también pasa por eso, por decir que no voy a estar organizando y resolviendo mientras otras personas tienen el espacio”.
Sin embargo, Boleko lo tiene claro: “Hay más feminismo en el antirracismo que antirracismo en el feminismo”. Para la joven madrileña es algo casi natural. “Dentro de las disidencias o de las diferentes opresiones, los hombres cis racializados son mas capaces de entender otras opresiones que no les atañen, pero son más capaces. Sin embargo, pese a ese reconocimiento falta una aplicación de esa perspectiva de género y una deconstrucción de sus propias realidades”. Y es que llevamos años escuchando a mujeres racializadas y migrantes gritar en las calles cada 8 de marzo que el feminismo será antirracista o no será, cansadas de que no se tengan en cuenta otras violencias estructurales. No cabe duda de que aún queda mucho por hacer, pero contar con una mujer a la cabeza de una de las organizaciones antirracistas más importantes del país es un gran paso.
“Hay más feminismo en el antirracismo que antirracismo en el feminismo”.
Sarahi Boleko, directora de SOS Racismo Madrid
La lucha antirracista es una lucha por los derechos humanos. Sin embargo, a las activistas se las acusa de buscar problemas donde no los hay, de querer vivir del cuento o incluso de racismo anti-blanco; sin olvidar que se las insulta y amenaza por el mero hecho de ser mujeres y alzar la voz. En un clima cada vez más hostil, no puedo evitar preguntarle a Boleko si vale la pena poner el cuerpo cada día. “El antirracismo me ha aportado imaginarios diferentes, la posibilidad de ver que se pueden construir narrativas y se pueden construir nuevos relatos. Me ha aportado esa sensación de cambio y de ser parte del cambio. También me ha ayudado a encontrar un manejo entre lo que es la frustración y lo que es la calma, sabiendo que no todo está en tu mano; a encontrar espacios de contención, espacios seguros, porque no puedes hacer lucha si estás cansada. Me ha enseñado que no todos los espacios tienen que ser de rabia, de frustración o de denuncia, hay espacios de gozo, de alegría y de disfrute que también se tienen que dar”. La lucha es multidicplinar y va mucho más allá de la denuncia y la divulgación. Las agendas de muchas organizaciones y asociaciones antirracistas incluyen charlas, debates y formaciones; pero también fiestas, clases de baile o clubes de comedia. Porque el ocio también es político.