Llego tarde, para no variar. La sala del Espacio Fundación Telefónica está a rebosar. Es viernes, hace una tarde buenísima. Llego con la cabeza llena de líos: que si la mudanza, que si habré cerrado bien los temas en el trabajo, que si he dejado bien las llaves en el buzón a mis amigas porque llegan a Madrid ahora, que cuál será el plan de mañana…el caos mental se disipa absolutamente al ver a toda una sala riéndose con ganas. Busco asiento.
Me hundo en el sofá. Joder, que cómodos son los asientos de esa sala. Raquel Gu, ha creado un evento estupendo para presentar y celebrar su libro “La Edad Estupenda”, ese selecto club al que se pertenece a partir de los 40, y para ello está acompañada de Raquel Martos, Elisa McCausland y Mercedes Cebrián.
Debates sobre humor y literatura, sobre comic y señoras fetén, cómo llegar a ser premium en este oficio, cómo se ha percibido el humor y sobre la autoexigencia a la que nos someten y sometemos muchas mujeres en nuestra profesión. Con todo esto: llegar a la edad estupenda, con más seguridad, habiendo mudado de piel, permitiéndonos vivir y aceptar las contradicciones de la vida, trabajándonos el disfrutar.
Avisan desde sus asientos: buscan lugares cómodos, comidas ricas y pijamas de goma floja. No se deslumbran más por gente “interesantísima”, envejecen como quieren, ven la invisibilidad como un superpoder y no les importa la mirada de los/as demás. Yo sólo digo que donde haya pijamas de goma floja, ahí es amiga.
¿Cómo nace el concepto de “la edad estupenda”?
Nace cuando, al pasar de los 40, empiezo a plantearme –como tantísima gente– un montón de interrogantes, en plan “¿Dónde han ido a parar los últimos 20 años?” o “¿Qué he hecho con mi vida hasta ahora?” y “¿Qué me deparará la vejez?”, que generan una especie de vértigo vital terrible. Pero en lugar de agobiarme, decido envolver ese vértigo con humor y verterlo todo en un libro que titulé ¡Estoy estupenda! (2017). El prólogo del libro lo escribió Samanta Villar, y en aquel prólogo ella fue quien acuñó el término al definir esta etapa de la vida como la edad estupenda. Hace unos meses, charlando con el editor de Sapristi, Octavi, nos pareció que era un buen título para este nuevo libro.
Por concretar, me gusta decir que la edad estupenda va de los 40 hasta el infinito: empieza a coger carrerilla a los 40, alcanza el esplendor en las décadas de los 50 y los 60, y a partir de ahí continúa hasta el infinito. Pero en el fondo sospecho que lo de la edad es más bien una actitud, y que quizá hay gente más joven que también se siente en la edad estupenda.
¿Qué distingue a las personas, particularmente a las mujeres, cuando llegan a la edad estupenda?
Creo que lo que distingue a las personas que están en la edad estupenda es su forma de ver la vida. La edad estupenda no es sinónimo de fórmulas mágicas ni optimismos vacíos, es una época de la vida en la que no vamos a borrar de un plumazo las preocupaciones o los miedos, pero sí podemos verlos de otra manera, con más humor, más ironía… Y eso nos permite darles un giro. La incertidumbre por cómo vamos a envejecer, el hecho de ser plenamente conscientes de que no somos eternos y de que esto un día u otro termina, ver que nuestros progenitores se hacen mayores y empiezan a necesitar que les cuidemos, el miedo a la muerte son cosas que a los 20 o 30 años, por lo general, no están tan presentes, pero a partir de los 40, 50, 60 empiezan a estar ahí para mucha gente, en primera línea, y no van a desaparecer. El humor y la ironía nos ayudan a transitarlas mejor.
En el caso de las mujeres me gusta pensar que la edad estupenda es también una etapa de liberación y rebeldía. Es una edad en la que acumulamos un montón de experiencias, buenas y malas, y en la que empezamos a querernos más y mejor a nosotras mismas, porque nos resbalan muchas cosas que antes no nos resbalaban, porque relativizamos y porque empezamos a saber lo que verdaderamente importa. Sabemos bien a quién tenemos a nuestro lado de verdad, hemos tejido una red de afectos sólida; quizá no sea numerosa, pero es sólida. Calidad, no cantidad.
Y por todo esto, es una edad que invita a rebelarse contra presiones estéticas e imposiciones sociales, una edad en la que quizá cada vez somos más “invisibles”, pero en la que también podemos vivir esa invisibilidad casi como un súperpoder. Como dijo Raquel Martos en la charla-presentación en Madrid, en el Espacio Fundación Telefónica, la pregunta clave es “¿invisibles para quién?”; porque para la gente que nos quiere nunca vamos a ser invisibles. Y esa es la gente que de verdad importa.
¿Por qué decides contar todas estas historias a través del comic? ¿Te has inspirado en algún referente?
Las tiras de humor gráfico o comicstrips van muy bien para contar todas estas cosas porque son breves, directas, de efecto inmediato. Son como píldoras. Y si lo necesito, puedo construir una pequeña historia a base de tiras encadenadas, a modo de running gag, para desarrollar algún concepto un poco más o jugar con él y darle unas vueltas. Además, en este formato la combinación de imagen y texto me resulta muy efectiva para expresar según que conceptos.
Mis referentes son Charles Schulz, Richard Thompson y Bill Watterson, tres grandes maestros de la tira. Me encantan y he aprendido mucho leyendo sus tiras, y en el fondo cuando algo te gusta tanto te deja poso, y su influencia está ahí. También tengo otros referentes clave en el ámbito del humor gráfico, como son Sempé, Bretécher y Núria Pompeia. De Pompeia, concretamente, admiro su estilo, su trazo, su elegancia y su ironía.
¿Y el humor?, ¿qué papel juega el humor en tus viñetas?
El humor juega un papel clave en mis viñetas porque es el registro en el que se desarrolla la acción. Además, cómo dijo la gran Núria Pompeia, pionera del humor gráfico en nuestro país, «con humor se dicen las cosas de una manera más civilizada», y no puedo estar más de acuerdo con ella. El humor me permite abordar temas complejos o delicados y mirarlos a los ojos, por así decirlo.
Abordas temáticas muy complejas que tienen un gran impacto en la vida de millones de personas, especialmente de millones de mujeres ¿cuál está siendo la acogida del libro? ¿cuál es el feed-back de las mujeres lectoras?
Es muy emocionante ver cómo el libro está llegando a la gente. En la sesión de firmas de Madrid casi todas las personas que se acercaban con un ejemplar del libro para que se lo dedicara me contaban alguna historia o anécdota personal relacionada con algo del libro, o me decían que se sentían muy identificadas con las tiras, sobre todo las mujeres. Fue un momento muy bonito de sentirse hermanadas desde el humor.
En redes hay mujeres que han compartido tiras del libro diciendo, divertidas, que se sienten representadas. Y en el Graf de Barcelona una amiga me trajo tres libros para firmar y regalar a tres amigas suyas: me pidió que le dibujara un personaje concreto para cada una, con los que más las identificaba ella, me pareció muy divertido. También muchos hombres me dicen que se ven un poco retratados en algunos de los personajes: en Angus, en Uma, en Lida… La verdad es que resulta muy gratificante, porque cuando dibujo las tiras nunca sé cómo las va a recibir la gente y lo mejor de todo es cuando leen el libro y se las hacen suyas.
Cuáles consideras que son las herramientas básicas para que las mujeres transitemos la edad estupenda en unas sociedades que siguen poniéndolo muy difícil para nosotras.
Pues creo que querernos más y mejor es una herramienta básica, y la otra, por supuesto, es el humor. Y respetarnos a nosotras mismas, aunque eso también es una forma de quererse. Pero sin duda aprender a tomarnos las cosas con humor e ironía es básico para transitar la edad estupenda en una sociedad como en la que vivimos, y además nos permite rebelarnos mejor contra los estereotipos. Citando de nuevo a Pompeia, «o te rebelas o te resignas, es posible que dejes de sufrir… pero a mí esto de la resignación me da mucha angustia: creo que sólo puedes aceptarlo en el momento de la muerte».