
Sant Jordi está al caer y las recomendaciones de libros están por todas partes. Hoy os traigo una. El libro que me ha maravillado este mes ha sido Nuestras Madres, de la autora catalana Gemma Ruiz Palà. Un libro que, mediante relatos e historias vitales contadas de forma íntima e inmersiva, nos ayuda a entender las dificultades que han vivido —y que a día de hoy aún viven— las mujeres.
Ruiz Palà visibiliza a nuestras madres o, en mi caso, a nuestras abuelas. Mujeres que han atravesado la Transición, que se han adaptado a dos mundos distintos, pero que no han podido disfrutar de los privilegios de ninguno. Estas mujeres, a las que queremos con locura, son quienes, de forma silenciosa y extremadamente discreta, plantaron los cimientos de la igualdad en España. Con sus susurros de “No dependas de nadie, niña” o “Estudia, que luego te arrepentirás”. Esos susurros y esa renuncia a vivir su propia vida para que sus sucesoras pudieran hacerlo.
Palà habla por todas aquellas que no pudieron elegir lo que hacían con sus cuerpos, las que no pudieron acceder a la educación, las que no obtuvieron reconocimiento alguno por su trabajo y las que se casaron y se quedaron en casa para no causar problemas a nadie. Saca del cajón de los tabúes esos vuelos a Londres, llenos de mujeres que se iban aterrorizadas, sin saber si iban a volver enteras. Habla de realidades que nuestras abuelas han vivido, pero de las que aún no han hablado, porque se avergüenzan.
Si estás leyendo esto, te pido disculpas por mi obsesión por las abuelas. Pero es que me parecen un pilar fundamental. Quizás yo soy una nieta muy afortunada, pero en mi casa la abuela es quien te incita a leer, a estudiar, a trabajar y a hacer cosas. Mi abuela es la mayor seguidora de todo lo que hago porque todo lo que yo tengo lo doy por hecho, pero ella lo ve como un privilegio. Estoy segura de que muchas nietas tenemos la certeza de que nuestras abuelas habrían sido magníficas estudiantes. Sin embargo, les ha tocado ser activistas silenciadas. Iniciadoras del cambio mediante pequeños actos de rebelión.
Esta autora ensalza y da valor a las olvidadas, a las que se morían de rabia por las injusticias y la desigualdad, y la canalizaron ayudando a sus hijas.
Palà no habla solo de las injusticias del pasado —y eso también me gusta—, porque visibiliza tanto a las mujeres que formaron parte de la Transición y se dieron cuenta de que las tradiciones estaban profundamente arraigadas, como a las mujeres que luchan hoy. A las madres solteras o a las inmigrantes que prescinden de ver crecer a sus hijos mientras trabajan cuidando a los hijos de otras. A las licenciadas que provienen de países donde la vida es insostenible, que han dejado a su familia atrás para poder conseguir algún trabajo que los españoles no quieren y mandar algo de dinero a casa.
Podría escribir horas y horas sin parar sobre este tema. Pero a donde quiero llegar es que Nuestras Madres es un libro que tienen que leer tanto las pequeñas como las mayores. Son relatos que, como joven, te hacen darte cuenta de que tus abuelas —esas señoras que tienen como costurero una lata de galletas danesas— son las que han permitido que tu madre pueda decidir si se casa, se divorcia, trabaja, estudia o aborta. Consecuentemente, son también quienes han hecho posible que tú puedas decidir tu propio destino.
Creo que para las abuelas —si me permitís generalizar (porque no todas esas mujeres lo serán)— también es imprescindible leer este libro, para entender que valen más que un “¡Aplauso para la cocinera!”.
Pero ¡eh! No está todo ganado: la igualdad es un destino al que tenemos que llegar juntos. Mientras siga habiendo mujeres que son tratadas de forma peyorativa por su origen o su trabajo, es que seguimos sin entender nada.