Imagen: Exposición Isabel Quintanilla en el museo Thyssen-Bornemisza. Rocío Tercero
Escribir sin ser leídas, componer sin ser escuchadas o pintar sin ser vistas. Así se resume la condena impuesta a las mujeres artistas que se atrevieron a expresar su realidad cuando todo el reconocimiento estaba perdido. Isabel Quintanilla pasó a ser “nadie” en la España arruinada de la postguerra. Una mujer más que, pincel en mano, iba creando una obra que no recibiría la apreciación suficiente como para lograr en el pasado que vincularan su nombre con el de PINTORA. “En España eras mujer. No eras nadie, no pintabas. La consideración como pintora la logré en Alemania. Pintora, no mujer. Les encajó muy bien el realismo, les gustaba”, recuerdan las palabras de Isabel Quintanilla.
Pero para eso existe el tiempo, que como quien dice, se encarga de ponerlo todo en su lugar. Y así, el reconocimiento que le fue negado durante la etapa franquista finalmente encuentra su lugar en el Museo Thyssen-Bornemisza gracias al trabajo de la comisaria de la exposición Leticia de Cos Martín. Además, esta exposición sobre la obra y vida de Isabel Quintanilla marca un hito al ser el primer monográfico dedicado a una pintora española en la historia del museo.
“Porque en la realidad está todo. El artista lo que hace es transformar esa realidad en otra realidad que es arte”.
Isabel Quintanilla
La exposición se organiza en varias etapas destacando todos los motivos que hacen de Isabel Quintanilla una artista con manifestaciones artísticas únicas. Su arte está unido a la emoción de los espectadores. Quiere que sus cuadros sean un reflejo de la realidad más íntima “porque en la realidad está todo. El artista lo que hace es transformar esa realidad en otra realidad que es arte”, nos recuerdan las palabras de Quintanilla que abren esta exposición. Por eso, la mayoría de sus cuadros no incluyen a personas, sino que muestran escenarios cotidianos que reflejan diferentes momentos en la vida de quien los mire.
Imagen: Exposición Isabel Quintanilla en el museo Thyssen-Bornemisza, cuadro ‘Lirios en un florero verde (1979)’. Rocío Tercero.
En la observación subjetiva de mi mirada, cuando miro los cuadros con las puertas anchas de madera y los vasos irrompibles de Duralex casi de forma instintiva voy a los recuerdos de mi infancia. Me imagino corriendo por los pasillos y me invade una nostalgia feliz. Sus cuadros expresan una realidad común. En sus lienzos no hay ningún símbolo ostentoso, por el contrario, la artista quiere representar la realidad de la clase trabajadora con, por ejemplo, la máquina de coser de la marca Alfa que homenajea a su madre y a tantas mujeres que se dedicaron a la costura. Tampoco sus bodegones pasan desapercibidos, ya que en cada uno retrata un objeto personal que nos recuerda que ella ha estado allí y que al igual que sus vasos de Duralex, piensa resistir para siempre.
Compartiendo las paredes del museo sobre el que se erigen los cuadros, encontramos dos nombres de mujeres que también conforman, aunque con menos protagonismo, dos exposiciones temporales. La primera es Noemi Iglesias Barrios, quien hace una revisión del amor romántico y cómo ha sido su expresión en el arte con la exposición titulada “Love me fast”. La artista pone a dialogar sus obras con cuadros como ‘El rapto de Europa’ de Simon Vouet generando una reflexión sobre cómo se ha ido transformado la idea del amor tóxico hasta llegar a la época de las redes sociales. En la sala de abajo, toma el control la artista Stephanie Comilang con dos piezas audiovisuales que se convierten en una película donde se pone el foco en la migración. La propia artista explica que el documental “incluye multitud de historias entrecruzadas, líneas temporales y personajes, tanto humanos como no humanos, que narran distintas experiencias migratorias y las conexiones inherentes a ellas”.
Recordar a las artistas, una cuestión de tiempo
Marzo es el mes donde parece que todo el mundo se encarga de recordar y revisar el trabajo de todas las mujeres que han pasado desapercibidas, de recuperar un legado que parecía no querer llegar. Sin embargo, también es un mes donde es importante poner en valor las críticas y al igual que sucede en otros ámbitos, el arte no escapa de ellas. Con esto no me refiero a las críticas que reciben los cuadros de las mujeres mencionadas, de ello ya se han encargado durante mucho tiempo otros. Me refiero a reflexionar sobre por qué estos nombres de mujeres que son tan importantes, y que el propio museo de encarga de recordarnoslo en sus visitas guiadas, solo están expuestos de forma temporal y no en la colección permanente.
Imagen: Exposición Noemi Iglesias en el museo Thyssen-Bornemisza. Rocío Tercero.
Si Isabel Quintanilla fue una de las primeras expresiones del realismo intimista, parece incomprensible que no haya ningún cuadro disponible para poder visitar después de que se acabe el tiempo de la exposición. Por el contrario, encontramos a grandes artistas como Van Eyck, Caravaggio, Rembrandt, Degas o Gauguin. Todos hombres que sí están ocupando los lugares de forma permanente. Es importante celebrar que cada vez haya más exposiciones temporales que estén enfocadas a las mujeres en el arte, pero sin olvidar que su reconocimiento no debe ser un parche que dure un tiempo concreto, sino un perdón que perdure para siempre en la sala de los museos.