¿Quién es Asha?
Por donde empiezo…yo soy somalí de Kenia, concretamente de Garissa. Kenia fue colonia inglesa y a posteriori, en el reparto de países del continente africano, dividieron a la población somalí. Una parte pertenece vive en Kenia y la otra en Somalia. Mi familia y yo pertenecemos a Kenia, pero tengo conocidos y seres queridos al otro lado. Nací en una comunidad musulmana y cercana a las tradiciones árabes: en nuestra comida, nuestra forma de vestir…
¿Cuál es tu historia?
Todo empieza con un viaje mano a mano con mi madre a casa de mis abuelos porque me dijo que me tenían que purificar. Recuerdo tanto ese viaje porque estaba contentísima, ¡tenía a mi madre para mí! Me acuerdo de que tardamos muchísimo en llegar. Una vez allí, me sentía el centro de atención de todo el mundo. Al día siguiente era mi gran día y no entendía tampoco por qué. Sabía
que algo especial iba a pasar.
¿Y cómo te despertaste aquella mañana?
Lo suelo comparar con cómo se despiertan los niños aquí la mañana de Navidad. Yo quería que amaneciera, estaba llena de ilusión porque era mi día. Fui la primera en despertarme y corrí a avisar a mi madre. Ella me bañó, me vistió con un vestido corto y una vez estuve lista, me envió a la tienda del barrio a comprar las dos cuchillas. Me acuerdo hasta del papel que envolvía esas cuchillas, de color púrpura. Volví corriendo de nuevo a casa, sin saber para que las iban a necesitar.
Hasta este momento, la Asha de cinco años seguía sin saber a lo que se iba a enfrentar, ¿no?
No tenía ni idea, no, hasta que entré en casa de mis abuelos y vi un agujero cavado en el suelo y a una señora, mi madre y mi abuela alrededor de él. Ahí me di cuenta de que algo extraño
estaba ocurriendo. Mi madre me quitó la ropa interior y mi abuela me sujeto las manos y me abrió las piernas. Y aquella señora desconocida, que se sentó enfrente de mí, me empieza a cortar. Recuerdo gritar tanto que no me salían ni las lágrimas, hasta que me metieron un trapo en la boca. Gritar era una señal de debilidad.
Se puede decir que ahogaron tus penas…
Así es. A mí me callaron mientras que yo seguía escuchando el sonido de la cuchilla. Me cortaron los labios menores, los mayores, el clítoris. Duró unos minutos, pero parecía una eternidad. No paraban de cortar. Y cuando terminaron, empezaron a coserme, dejando un agujero como la cabeza de una cerilla. Más tarde entendí que me habían hecho una infibulación.
¿Cómo cambia tu vida después de ese día?
Cambia tu infancia, ya no eres la misma, aunque tampoco eres consciente de ello. Desconfías de las personas más cercanas, tienes más cuidado, llegan las infecciones, llega la regla. Es una pesadilla, mi regla no duraba cuatro días, no tenía espacio para menstruar. Poco a poco, aceptas que esa es tu situación y que no hay otra.
¿Qué hay más allá de las consecuencias fisiológicas de la MGF?
Me meto en líos muy fácilmente: en el colegio, en la calle, en peleas. Tengo mucha rabia dentro de mí, estoy enfadada. Mi carácter cambia completamente, aunque hasta más mayor no entendí el porqué de ese cambio.
¿Cómo debemos hablar de la práctica?
Las organizaciones como Save a Girl, Save a Generation intentan traer una realidad a España sobre lo que realmente es la MGF. Las primeras cosas que leía aquí sobre la ablación no eran ciertas. Es más, eran completamente inciertas, porque asociaban la MGF con solo una religión o con solo el continente africano. A lo largo de los años, hemos tratado de desmontar esos prejuicios.
¿Por qué Save a Girl, Save a Generation se asienta en España?
Por lo que te comentaba, había muchísimo desconocimiento sobre el tema. Los médicos no sabían cómo atender a los solicitantes de asilo que habían sido supervivientes de la MGF. A partir de 2011, me puse en contacto con organizaciones aquí en España para poner en valor nuestro trabajo y compartirlo en espacios con más fuerza y atención mediática. Ahora somos un referente de la lucha contra la MGF aquí y en Kenia.
Ahora que has crecido, te has informado, has compartido tu experiencia con otras mujeres… ¿cómo definirías la MGF?
Es un control de la sexualidad de la mujer en todo el mundo y desde todas las religiones. No tiene una raíz religiosa porque empezó antes de Cristo, lo que pasa es que cuando llegaron las religiones, tampoco impidieron su práctica. Y todas se convirtieron en cómplice. Pero no solo ellos, también los políticos y los jefes de Estado de todos los países donde hay mujeres supervivientes de la MGF. Debe existir una ley internacional contra la ablación, igual que existe contra el terrorismo o el tráfico de drogas. La sociedad ha decidido que este es solo un problema del continente africano, que nos pilla lejos y que no nos interesa.