Para Asunción Bernárdez Rodal el conocimiento es un instrumento para mejorar la vida. No en vano fue la encargada de reflexionar sobre el “Impacto de la investigación académica en la lucha contra la violencia de género” en las jornadas organizadas por la Unidad de Igualdad en la UCM en torno a los 20 años de la Ley Integral. En su intervención compartió una genealogía de términos y de investigaciones que hicieron posible la ley de 2004. “Poner nombre a las cosas nos permite construir marcos interpretativos”, defendió. Violencia epistémica, violencia simbólica, violencia sexual y cultura de la violación, feminicidio, violencia institucional, interseccionalidad, microviolencias, techo de cristal y suelos pegajosos, revictimización, violencia económica, violencia vicaria, violencia obstétrica, ciberviolencia, violencia política de género. Con esos términos, Bernárdez dibujó el proceso de conceptualización de la violencia de género realizado desde una universidad que se ha fortalecido también gracias a la cercanía al movimiento social feminista.
Es usted catedrática, todavía son pocas. ¿Sigue siendo la Universidad un ámbito conservador?
La universidad en sí misma es conservadora, pero al mismo tiempo es un espacio, lo que son universidades públicas, donde sí podemos hacer cosas y donde hemos visto crecer un tipo de proyectos que no estaban formalizados previamente. La gente que trabajamos en estudios de género hemos sido un ejemplo en este sentido, es decir, a partir de los años 80 o 90 la universidad empezó a cambiar y las mujeres empezaron a crear espacios, institutos, estudios de género. La universidad pública nos ofrece estos espacios de libertad, a mí me lo ha ofrecido y por eso he podido sacar una cátedra con un perfil de género. Entonces, es conservadora la universidad porque tiende a perpetuar un montón de cosas y no todas ellas buenas o positivas para la propia organización, pero es verdad que también nos da esta posibilidad, y el hecho de tener una libertad de cátedra es interesante.
Siempre me he planteado para qué hago lo que hago, mis estudios, mi trabajo, para que el mundo sea mejor, para que cambie, para que las sociedades sean más democráticas. El tema de la igualdad es un tema de justicia social, estoy firmemente convencida, como los utilitaristas de mediados del siglo XIX que equiparaban lo bueno a la felicidad, que ese mundo al que aspiramos, más igualitario, es mejor, y nos hará más felices.
“Se está produciendo una diferencia ideológica muy grande entre los chicos jóvenes y las chicas jóvenes”
Estamos en un contexto de evaluación de los últimos veinte años en materia de igualdad y lucha contra la violencia machista. ¿Cómo ve la permeabilidad del feminismo en las nuevas generaciones?
Yo llevo años dando una asignatura de género y si hago un análisis retrospectivo, hace 10 o 15 años, por ejemplo, mucha gente venía sin saber nada de género, había incluso alguna gente que sí que venía con una cierta formación de género adquirida a través de alguna asociación o en el colegio en algún caso. Había estos dos perfiles básicamente, pero la gente que no sabía nada era gente que estaba muy abierta a aprender. Ahora lo que ocurre es que tienes un grupo de 70 personas y tienes 10 que no es que vengan como como almas cándidas a ver qué les cuentas, sino que vienen armados en contra del feminismo, se sientan aparte, vienen con todo este vocabulario de “feminazis”, “os habéis pasado”, “los hombres somos las víctimas y vosotras las aprovechadas de un sistema”… este discurso ha permeado muchísimo a la gente joven a través de redes sociales y de los movimientos conservadores que meten muchísimo dinero en la red y se apoyan mucho en youtubers y en instagramers, que introducen contenidos antifeministas y que consiguen llegar a mucha gente joven. A la vez, en la clase también se observa un feminismo difuso, ya las chicas lo tienen muy claro, la mayoría de las chicas que están estudiando la universidad quieren tener un desarrollo profesional, seguramente van a querer tener una vida personal autónoma… se está produciendo una diferencia ideológica muy grande entre los chicos jóvenes y las chicas jóvenes. Hay que ver qué está pasando con esos grupos de varones jóvenes que por lo que sea están reactivos, porque se sienten más inseguros, no interactúan con las chicas, no saben cómo comportarse porque perciben que están en un mundo en crisis y no saben o no pueden o no quieren renunciar a los privilegios de la masculinidad que las mujeres hoy día exigen, están muy perdidos. Es muy paradójico porque se alcanzó una visibilidad máxima de las mujeres en las manifestaciones del 2018, pero es que ahora estamos viviendo un momento de reacción total.
Esa diferencia también se expresa en los resultados electorales.
Eso es, Trump en Estados Unidos, en los organismos de la Comunidad Europea la derecha está teniendo una presencia importantísima, o sea estamos viviendo un ciclo, además estos grupos están organizados, tienen bastante financiación y se mueven bien en las redes.
Balcanización del imaginario colectivo
Estamos hablando de contenidos manifiestos. Pero usted ha estudiado mucho los mecanismos de dominación sexista en la cultura audiovisual. ¿En qué medida tienen poder en la construcción de nuestras identidades los medios de comunicación, cómo hacer una lectura feminista de esos contenidos y qué resistencias podemos poner?
Creo que el panorama del audiovisual ha cambiado mucho en los últimos años y ha cambiado sobre todo por el tema de las plataformas, que ha diversificado mucho los productos. Por ejemplo, el cine de Hollywood, que siempre ha tenido el objetivo de llegar al mayor número posible de personas a nivel planetario y de hecho, la cultura occidental se ha vehiculado muchísimo a través del cine, se dedica a producir superhéroes, muy estereotipados, que ahora para la ultraderecha son ‘woke’, al igual que Disney, con producciones que aceptan la diversidad, con un Tor que lleva delantal y acaba cuidando a una niña adoptada… pero el cine de Hollywood ha perdido mucho peso respecto a las plataformas.
En las plataformas podemos encontrar una diversidad de contenidos enorme, llegan a todos los países de una manera muy diversificada. Si a mí me gusta ver películas de lesbianas, por ejemplo, voy a encontrar una oferta bastante grande; al igual que si me gustan las películas más tradicionales, de guerra; hay muchas más películas donde aparecen modelos de mujeres nuevas, por ejemplo, mujeres mayores, que siempre han estado excluidas, encuentras sexualidades alternativas, diversidad cultural, cosas que son muy progresistas …. Pero es tramposo porque la paradoja es que como somos consumidores y pagamos por las plataformas, lo que hacemos es que vemos solamente lo que nos gusta, de tal manera que tú y yo podemos estar en una plataforma y no haber visto nada en común, con lo cual nuestra idea del mundo y de la fantasía es completamente distinta, entonces se produce una especie de balcanización del imaginario colectivo.
Cooperar y buscar soluciones colectivas
Usted habla siempre de la necesidad de cooperar, de fomentar otro tipo de cultura más solidaria, no tan individualista ni competitiva. ¿Cómo fomenta el cooperativismo?
Pues como puedo, a veces no es fácil, vivimos en una cultura de la individualidad, de la competitividad que no me gusta nada, pero al final tengo que hacer exámenes, evaluar, poner calificaciones, es difícil salirse de ahí. Pero creo que es importante transmitir que la competitividad nos lo hace pasar mal. Es una idea del viejo anarquismo, ese anarquismo que se perdió a principios del XX, en el que cierta parte de la humanidad creyó que era posible una sociedad basada en la cooperación y no en la competición, con una importancia de lo colectivo. Con la crisis climática, se plantean dos soluciones: o vamos al fascismo o vamos a soluciones de este tipo. Incluso lo que ha pasado con el feminismo ha sido terrible, esa competición, esa agresividad, lo que se ha montado en las redes ha sido muy doloroso y no he querido participar de eso, creo que ese tipo de debates nos sitúa en lugares muy poco colaborativos, es feo y nos quita fuerza y esto de la igualdad es una carrera de fondo.
Las redes aparecieron como una herramienta que podía contribuir a democratizar de espacio público y facilitar la participación de las mujeres. Apareció el ciberfeminismo también. Es verdad que para la difusión del feminismo ha sido importante, pero la historia no ha sido tan fácil y está teniendo también consecuencias negativas: el ambiente tóxico, la difusión de ideas violentas, las fake news…
Sí, los primeros años de internet fueron muy positivos, creímos que nos daba horizontalidad, capacidad de comunicación, permitía que las cosas que pensábamos y hacíamos se pudieran mostrar, era el fin de la jerarquía en el arte…pero años después internet (no todo) está en manos de un señor. Y las mujeres, las comunicadoras y las activistas reciben mucha violencia.
¿Y qué se puede hacer?
Es muy difícil porque la gente que tiene el poder no quiere que esto cambie. Por ejemplo, el tema del anonimato en las redes, no hay voluntad política para cambiar eso. Y nosotras tampoco queremos restringir esto del todo, es importante ese espacio de privacidad. La educación es fundamental y esto necesita de políticas públicas. Creo que hay temas que la política no enfrenta, ni siquiera por parte de los grupos de izquierda hay valentía para hablar claro de las cosas importantes. Por ejemplo, en ecología tenemos un reto, pero nadie habla de decrecimiento. Hay un despiste preocupante. Hay temas importantes de fondo que no se tocan.
¿Qué le gustaría que su alumnado aprendiera en sus clases, lo más importante?
Hay casos que me dan mucha esperanza: Isabel (Valdés), que ha estado hoy en la jornada, o Ana Requena, fueron alumnas mías y ver lo que hacen me satisface mucho. Me siento bien cuando veo que la gente está llevando una vida donde ha incorporado el sentido crítico de las cosas y la esperanza de que a través de nuestros estudios y prácticas de trabajo podemos influir. Hay que seguir, no cejar en el intento.
Asunción Bernárdez Rodal es doctora en Periodismo, licenciada en Filología Hispánica y catedrática en el Departamento de Periodismo y Nuevos Medios en la UCM. Actualmente dedica parte de su tiempo a la docencia, a la investigación y a la publicación de libros relacionados con el sexismo. Está considerada una de las principales investigadoras sobre género y comunicación en España. Ha realizado un gran número de trabajos de investigación relacionados con el análisis de los discursos de género, tanto textuales como audiovisuales.