Fotografía: Carmen Mejía, en el centro, sosteniendo la pancarta
Escuchar la historia de Carmen Mejía es recorrer el histórico e inmenso esfuerzo de tantas y tantas mujeres por crear conocimiento a la par de concienciación del hecho de la desigualdad entre mujeres y hombres. Las universidades, como bastiones del pensamiento crítico, la libertad y el cuestionamiento de lo establecido como verdad absoluta, son instituciones indicadas para poder activar transformaciones que se consoliden y conformen sociedades igualitarias. La poesía también. Carmen Mejía se esfuerza por rescatar del olvido e iluminar el saber de los versos.
La influencia de un profesor de francés en Bachillerato la llevó desde su Valdepeñas natal a estudiar Filología francesa en la Universidad Complutense de Madrid, que se convirtió desde entonces en el espacio en el que ejercería la docencia y la investigación, centrada en las literaturas románicas, la narrativa hispanoamericana, los libros de viajes, la poesía y la narrativa gallega y catalana y sobre todo el exilio durante la dictadura franquista. Aunque, como ella explica, “el interés por la literatura de mujeres siempre ha sido una de mis debilidades, fundamentalmente las poetas”.
Es Catedrática de Filología Gallega y Portuguesa de la UCM. Dirigió el Instituto de Investigaciones Feministas desde 2019 hasta octubre de 2023. Ha coordinado (febrero de 2015- diciembre de 2019) el Doctorado en Estudios Feministas y de Género del Instituto de Investigaciones Feministas y de Género de la UCM, así como la organización del Seminario Internacional Noviembre Feminista desde 2016, con carácter bianual, organizado por las doctorandas del Instifem.
¿Cuál fue el punto de partida que le llevó a investigar sobre literatura desde la perspectiva de género?
Cuando empecé a investigar, todavía no existía la perspectiva de género de manera institucionalizada. Celia Amorós impulsa la creación de un grupo de mujeres, la mayoría filosofas, para la formación en género, que va a ser muy importante. Fueron ellas las que presionaron para que fuera creado el Instituto de Investigaciones Feministas, en la década de los 90. A partir de ahí, hubo gentes dedicadas a investigar y desarrollar estudios sobre género. Yo comienzo a implicarme con el Instituto bien entrada la década de los 2000, aunque el interés por la literatura de mujeres siempre ha sido una de mis debilidades, fundamentalmente las poetas. Me comprometo con el Instituto cuando Asunción Bernárdez, que fue alumna mía en las clases de literatura gallega en el nocturno y directora del Instituto durante ocho años, me propuso coordinar el doctorado en Estudios Feministas y de Género.
¿Cómo cree que la perspectiva de género puede enriquecer nuestra comprensión y apreciación de la literatura?
Si leemos desde la perspectiva de género tenemos otra visión de los textos. Te enriquece como persona y adquieres una perspectiva mucho más generosa, de igualdad, de ver que el mundo no es de ellos. Leer desde la perspectiva de género te da la opción de conocer e interiorizar relatos de una realidad que existe en el mundo. Es una perspectiva que permite también señalar que tenemos derecho a existir en igualdad y que podemos hacer una labor igual o mejor que ellos.
Ha dedicado gran parte de su trabajo a rescatar las voces de escritoras olvidadas, especialmente de las exiliadas. ¿A qué se debe el olvido de ese conjunto de mujeres seleccionadas en Voces de escritoras olvidadas: Antología de la guerra civil española y el exilio?
En primer lugar, el exilio. A quienes están fuera en ese momento no se les conoce, tanto ellos como ellas. Max Aub decía “no existimos”. Pero cuando se produce el regreso de ellos y de ellas, lo que vemos claramente es que de ellas no se escribe nada. Las antologías que se publicaron sobre el exilio republicano español, desde los años 70 hasta 2016, sólo citan a dos escritoras: María Teresa León y Rosa Chacel. Cuando empecé a dar esta clase, en 2015, pensé: ¿y ellas dónde están?
Empezamos a investigar y de ahí surgió este libro en el que recogemos el legado de 18 escritoras. Los estudios son todos hechos por mis alumnas de master que se dedicaron a investigar y a escribir sobre cada una de ellas. A esto se suma el libro que hizo Mónica Jato –‘Mujer, creación y exilio (España, 1939-1975)’-, que es un libro muy bueno, y el documental sobre las Sinsombrero. Ahora estoy dirigiendo muchos TFM sobre ellas, algunos de los cuales han sido premiados por la Unidad de Igualdad. Se tienen que seguir haciendo investigaciones.
¿Qué significa el exilio? ¿Es distinto el exilio y sobre todo el relato del exilio al narrado por hombres?
Es una buena pregunta. Muchas de ellas escriben solamente una novela acerca de la experiencia del exilio. Mariví Villaverde, por ejemplo, es una escritora gallega, exiliada en Buenos Aires con su marido, que escribe Tres tiempos y la esperanza, un texto que es su experiencia de vida en el exilio, para que quede constancia, para que no se olvide, como ella misma dijo en una entrevista. Escribir es una manera de echar fuera esas “huellas espectrales”, esos traumas, es de algún modo una literatura terapéutica. Ellas y ellos tienen la necesidad de contar lo que han vivido y de quedarse más tranquilos. Siempre estará el tema de la esperanza, del retorno, de la idealización de la tierra perdida, el desarraigo, esos grandes temas que salen a partir del trauma, están presentes en ellos y en ellas, en el relato no hay un ellos y un ellas.
A pesar de las dificultades, las mujeres han escrito, se han abierto camino. ¿Qué estrategias han desarrollado?
A partir de los años 80, los años de la movida madrileña, empiezan a surgir libros muy importantes, pioneros, por ejemplo, la antología de Noni Benegas y Jesús Munárriz, Ellas tienen la palabra, que recopila la obra de las poetas de toda la literatura española. Eso es una manera de empezar. Poco a poco los editores han ido viendo que la literatura escrita por mujeres es interesante y ya hay muchas mujeres jóvenes que escriben sin tantas trabas, gracias a una trayectoria en la que hemos trabajado mucho para que la obra de ellas se vaya recogiendo en el canon literario y se vayan valorando los aportes de las escritoras. En generaciones anteriores, eran ellos, escritores que eran amigos de estas escritoras, quienes las ninguneaban.
En estos momentos asistimos a un boom de literatura escrita por mujeres. Sin embargo, algunos lo califican de cuota, de moda, hasta les resulta “pesado”. ¿Qué les diría?
Inevitablemente todo boom tiene críticas. El boom de ellos ha existido muchos años, así que yo les diría que se miren al espejo y que dejen que las cosas funcionen. Evidentemente es el momento de ellas.
A veces, cuando las periodistas entrevistamos a una autora, tendemos a preguntar por cuestiones relacionadas con el hecho de ser mujer, un montón de preguntas que no planteamos a los autores y que eclipsan su obra. ¿Existe una literatura femenina? Y de ser así, ¿cuáles son sus características?
Es una pregunta difícil de contestar. Yo no hablaría de literatura femenina sino de literatura escrita por mujeres. Tiene una serie de claves, claro que sí. Hay mucha literatura autobiográfica, la primera persona es muy utilizada por las escritoras, es una literatura muy intimista, no digo que no haya intimismo en la literatura escrita por ellos, pero hay una serie de claves que la hacen distinta. Por ejemplo, el diario: ¿qué diarios de ellos conocemos? Hay muy pocos diarios escritos por hombres, sin embargo, los diarios se siguen escribiendo (el otro día estuve en la presentación de un libro de Laura Freixas que es precisamente un diario) y en ellos las mujeres transmiten su experiencia, cuentan lo que les pasa, es una manera de manifestar nuestro yo, nuestra vida. Y hay temas, como por ejemplo la violencia de género, que no pueden ser escritos con la misma mirada que la de un hombre. El amor y el desamor tienen matices distintos en las obras que escriben hombres y mujeres. En la poesía los temas son universales, pero a veces hemos asociado esos temas universales a lo masculino y eso no es así. Rosa García Gallego, una poeta que me gusta mucho, tiene una poética muy peculiar sobre el amor.
El espejismo de la igualdad se ve reflejado de forma muy clara en los premios literarios.
Todavía no podemos hablar de una igualdad absoluta, pero se ha avanzado mucho. Yo formo parte de jurados y cada vez hay más candidatas, tanto en poesía como en ensayo o novela, es un campo que se está equilibrando, al menos en los premios nacionales.
Otra cuestión son las referentes, el incluir a las autoras en el currículum educativo.
Pienso que es fundamental que en la universidad exista una asignatura de formación en género, en cada facultad. Y es algo que extendería más. A mí me gusta mucho la metodología de aprendizaje y servicio, que significa aprender dando. Hace años, cuando coordinaba el doctorado en Estudios Feministas y de Género, con mis doctorandas propuse aplicar esta metodología, que además había sido el objeto del doctorado de una de las estudiantes, e hicimos un taller en tres institutos de distintas zonas y fue una experiencia magnífica, con chavales que rescataban las historias de sus abuelas, de cómo estaban invisibilizadas, fue una experiencia preciosa. Me parece fundamental establecer contactos y sinergias con expertas que vayan a impartir una serie de talleres a los chavales para educar en igualdad. Si fuera ministra de Educación sí que propondría que la trayectoria curricular de los estudiantes hubiera asignaturas para formar en igualdad.