Imagenes: anuncios publicitarios.
El término ángel procede del latín tardío angĕlus, y este del griego ἄγγελος ‘ángelos’ que significa propiamente mensajero/a.
El concepto de ángel del hogar responde al ideal de domesticidad de las mujeres, es decir, a la idea de que a las mujeres les corresponde ocupar el espacio doméstico como un destino biológico.
Este ideal ha sido transmitido y reforzado por el sistema patriarcal valiéndose de sus dos herramientas fundamentales: el poder simbólico (la cultura, la tradición y la educación) y la legislación.
Uno de los primeros textos en reflejar esta carga simbólica fue La perfecta casada (1583) de Fray Luis de León, donde se recogían ideas como:
“Que es decir que ha de estudiar la mujer, no en empeñar a su marido y meterle en enojos y cuidados, sino en librarle dellos y en ser perpetua causa de alegría y descanso”;
«De manera que ha de madrugar la casada para que madrugue su familia. Porque ha de entender que su casa es su cuerpo, y que ella es el alma dél».
“Y no piensen que las crió Dios y las dio al hombre sólo para que le guarden la casa, sino también para que le consuelen y alegren. Para que en ella el marido cansado y enojado halle descanso, y los hijos amor, y la familia piedad, y todos generalmente acogimiento agradable”; «Y demás desto, si la casada no trabaja, ni se ocupa en lo que pertenece a su casa, ¿qué otros estudios o negocios tiene en que se ocupar?»
Estas ideas fueron en esencia recuperadas un siglo más tarde por Jean Jacques Rousseau en su obra Emilio o De la Educación (1762), donde en el capítulo dedicado a Sofía, a ella se le asigna el espacio doméstico y se establece que “toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Complacerles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce: he aquí los deberes de las mujeres en todos los tiempos y lo que se debe enseñar desde la infancia”.
En 1854, el poeta inglés Coventry Patmore, convirtió estas ideas en versos componiendo un poema al que tituló “El ángel del hogar” para que la carga simbólica no se desvaneciese.
En España, el franquismo recuperó el ideal de la domesticidad como herramienta de control social de género. A través de la Iglesia y de la Sección Femenina, -que pertenecía a la Falange-, se transmitía e imponía el papel doméstico a las mujeres. Encerradas, sin agencia en la vida pública ni autonomía como sujeto, sus vidas estaban circunscritas a un espacio reducido. El Consultorio de Elena Francis, un famosísimo programa radiofónico de consejos, era la forma en la que este “destino biológico” se transmitía a través de los medios de masas. A esta represión se sumaban las leyes de control de natalidad, las prohibiciones del matrimonio civil y el divorcio, y el código penal.
El poder simbólico patriarcal ha hecho tan bien sus deberes que el ideal del ángel del hogar ha penetrado tanto en el subconsciente de las mujeres que parece casi imposible escapar de él. La propia Virginia Woolf escribió en 1931:
«Así, cada vez que sentía la sombra de su ala o el resplandor de su halo sobre mis papeles, cogía el tintero y se lo arrojaba. Fue difícil matarla. Su carácter ficticio le fue de gran ayuda. Es mucho más difícil matar a un fantasma que a alguien real. (…) Matar al ángel del hogar es parte de la ocupación de una escritora».
En este 8 de marzo, resulta fundamental que tengamos claro que cuando nos manifestamos, cuando salimos a las calles, cuando ocupamos el espacio público, estamos llevando a cabo el acto más puro de insurrección porque, entre todas, estamos matando al ángel del hogar.