El Gobierno anunció recientemente una estrategia para regular el acceso de los niños y adolescentes a los contenidos pornográficos. Esta estrategia incluye una ley para la protección integral de los y las menores, un plan de actuación que involucrará a diferentes ministerios y la propuesta de un pacto de Estado entre las fuerzas políticas y las organizaciones sociales. Entre las medidas a adoptar figura una nueva herramienta de verificación de la edad para poder acceder a los contenidos pornográficos. Según el comunicado del Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, “el acceso temprano a este tipo de contenido tiene graves consecuencias entre los y las menores: distorsión de la percepción de la sexualidad, desarrollo de comportamientos sexuales inapropiados, normalización de la violencia contra las mujeres…”.
El comunicado no hace mención alguna a la educación sexual de calidad en las aulas, algo que, a la hora de abordar este tema, sí consideran imprescindible organizaciones y expertas en salud sexual. “Es una medida totalmente insuficiente mientras no esté resuelta la cuestión de la educación sexual”, argumenta Raquel Hurtado, representante de SEDRA Federación de Planificación Familiar.
“La educación sexual es un espacio de enseñanza y aprendizaje sobre las cuestiones relacionadas con la sexualidad: biológicas, psicológicas y sociales. Es una herramienta que se utiliza en grupo, que permite ofrecer información, modificar actitudes y adquirir herramientas. Además, permite que las personas jóvenes tengan una serie de informaciones que están basadas en la evidencia y que pasan por el filtro de sus experiencias personales, de sus valores, de sus creencias, y eso les ayuda a tomar decisiones, a explicar las cosas que les ocurren y que ocurren en sus relaciones. Además, permite crear una cultura de la prevención y del bienestar y entender que la diversidad no es un problema, sino que es un valor”, resume la experta en educación sexual.
“La conversación pública sobre sexualidad previene riesgos y promueve la salud sexual”
Uno de los enfoques que sostiene SEDRA es que “la educación sexual existe siempre” aunque no esté en las asignaturas de los colegios, aunque no se hable explícitamente de ello en las familias o aulas, es decir, “no es posible no educar sobre sexualidad a niñas, niños y adolescentes, porque lo hacemos con nuestros gestos, con lo que callamos, con nuestras maneras de relacionarnos. Por eso es mejor hacerla bien”. La mayoría de las veces, cuando la educación sexual no se aborda de un modo intencional y positivo, “lo que transmitimos es que de eso no se puede hablar”.
Es por ello que organizaciones y expertas como Hurtado están poniendo el foco en la cuestión de la conversación pública, “porque sentimos que la sexualidad sigue siendo un tabú y cuesta mucho hablar de ello. Por un lado, existe un silencio sobre estos temas en las familias y en la escuela y por otro, estamos diciendo a la gente joven, especialmente a ellas, que tienen que negociar un montón de cosas en la intimidad, enfrentándose a todas sus vulnerabilidades, sus complejos, me parece muy naif y muy injusto. Igual que también me lo parece el tratar de poner el foco en que las personas jóvenes aprendan a ponerse un preservativo y no en esas herramientas de comunicación”.
“Normalizar la conversación pública implica que los chavales y chavalas entiendan que pueden hablar de sexualidad, que si tienen un problema lo pueden compartir, que los problemas que experimentan no son exclusivos de él o ella. La conversación pública sobre sexualidad previene riesgos y promueve la salud sexual”, explica la psicóloga y sexóloga. Si no cuentan con información adecuada, los y las jóvenes irán a buscarla a internet y allí, lo más fácil, es recurrir al porno. La actual ley educativa no recoge qué se tiene que enseñar sobre educación sexual, en muchas ocasiones se da respuesta desde el voluntarismo de docentes que no conocen bien la materia y hacen lo que pueden. Hay muchos centros que ni incluyen la educación sexual en sus itinerarios. Así, la pornografía se convierte habitualmente en la única fuente de información de los y las menores, que acceden a ella con solo ocho años, según los estudios.
“Más allá de que critiquemos que el porno es ficción y que lo que aparece en pantalla no es real, lo importante es cómo todo ello permea en la concepción de la sexualidad que van configurando los y las jóvenes. Cuando empiezan a emborronarse los límites entre el deseo y el mandato, empiezan los problemas”.
Raquel Hurtado destaca tres consecuencias del acceso al porno en la sexualidad de los y las jóvenes. “El porno lleva a considerar atractivos determinados modelos y cuando no se coincide con ellos la gente se siente mal y no disfruta. Hay ginecólogas que nos están diciendo que en sus consultas reciben chicas jóvenes que quieren hacerse una labioplastia (cirugía en los labios de la vulva) para parecerse más a ese modelo que han visto en el porno”. En segundo lugar, está la cuestión de los roles entre chicos y chicas en el encuentro, “el porno erotiza la sumisión de las chicas, la idea de resistirse, la falta de consentimiento”. Y también “hay un aprendizaje de una suerte de escena erótica, que sigue una serie de pasos que concluyen con la penetración. Todo lo que se sale de ese itinerario no está en la cabeza y genera muchos líos respecto al consentimiento. Por ejemplo, no quiero penetración y en el paso tres digo que paro y la otra persona se siente autorizada a pedirme más y a recriminarme”. Así, según el estudio “La sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español”, desarrollado por el Instituto de las Mujeres, 6 de cada 10 mujeres jóvenes reconoce haber realizado prácticas que no deseaba.
“El aula y la familia son complementarias”
Aunque el acceso al porno a edades tempranas tiene nefastas consecuencias en el desarrollo de la sexualidad de los y las menores, mientras no se apueste decididamente por la educación sexual, no se estará atajando correctamente la situación. “Contamos con leyes, pero falta voluntad política, especialmente en algunas comunidades autónomas”. “El aula y la familia son complementarias. Las familias ofrecen un marco de valores a sus hijos e hijas y tienen la función de acompañarles. En paralelo los educadores y educadoras tenemos la posibilidad de ofrecer un marco de conocimiento teórico y herramientas compatibles con cualquier ideología. Lo que contamos en el aula pasa por el mapa de los chicos y de las chicas; hay gente que dice que no va a tener relaciones hasta que no se case, o hasta que no tenga 18 años y un día, y lo que contamos puede pasar por esos filtros sin ningún problema porque lo que queremos es que las personas sean coherentes con su forma de entender el mundo”. También es importante señalar que “la educación sexual tiene una parte de educación en valores, pero son aquellos valores que hemos decidido entre todos y todas, que son incuestionables, democráticos, que tienen que ver con el respeto, la igualdad y la diversidad, y que hemos elegido para tener una sociedad más decente”.
No hablar o censurar o negar cosas que los y las jóvenes experimentan es un error. Tampoco se trata de prohibir o criminalizar todo aquello que a las personas adultas nos resultan ajenas, por desconocimiento, por la distancia con el mundo en el que nos formamos o porque nos exigen reflexionar y cuestionar nuestros prejuicios.
“Si te quieres acercar a tu hijo o a tu hija y tu punto de partida es que Bad Bunny es una mierda va a ser complicado. La gente joven tiene sus canales de expresión y son los que son en cada generación y más que criminalizar y censurar, hay que ayudar a reflexionar y a hablar”. “Tendemos a ubicar determinadas prácticas, como el sexting, como un delito, en lugar de verlo como una posibilidad más dentro del encuentro erótico”. Para las personas adultas es un tema complejo, pero pretender solucionar la cuestión diciendo a las y los jóvenes que no envíen fotos no sirve porque no aporta herramientas. “Creo que, más allá de que haya gente que decida no enviar fotos, es más interesante generar espacios de reflexión y plantear cuestiones: qué voy a hacer si me piden una foto, la voy a mandar o no, lo voy a hacer sin que se me reconozca… Cuando damos espacios para pensar sobre todo eso, en el momento de excitación, que nubla un poco la cabeza y la toma de decisiones no es nada fácil, haber reflexionado ayuda”.