En clave de género: de las editoriales universitarias españolas, la palabra escrita, el acceso abierto y la justicia climática para una sociedad más inclusiva.
Desde 2007 la SPARC (Scholarly Publishing and Academic Resources Coalition), una organización sin ánimo de lucro que apoya sistemas de investigación y educación abiertos por defecto y equitativos por diseño, celebra la Semana del Acceso Abierto. En años recientes la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE) ha comenzado a participar activamente en esta campaña que, en 2022, se lanzó con el lema “Abierto para la justicia climática”. Bajo este paraguas, la Unión de editoriales citada elegía el suyo propio: “La edición con editores, también en la ciencia abierta”.
No llegaba a un mes que yo ocupaba el puesto de responsable de Ediciones Complutense, miembro de la citada organización, cuando conocí la noticia y se nos pidió colaborar en dicha campaña. Aún no había establecido contacto directo con la UNE y estaba sumida en nuestros compromisos editoriales internos…Sin embargo, la entrada en mi buzón de correo del mensaje de la organización me hizo sentir incómoda. Probablemente ello se acentuó por los múltiples correos que se dirigían a mí en masculino esos días´- querido, estimado, señor …- porque aún no había conseguido tener un correo que no me identificara como “director”, puesto que soy la primera mujer en el puesto desde que se creó el sello editorial en 2016.
Ustedes pensarán, -también lo hice yo misma-, que por qué, con todos los deberes que tenía por delante y todas las cosas por aprender que aún tengo, decidí tener mi primer contacto con la Asociación de editoriales, que como imaginaran es clave para mis labores actuales, escribiendo un correo llamando su atención de lo que entendía era un lema inadecuado y dándole alternativas en el uso del lenguaje con palabras más inclusivas. Y esto lo hice atrevidamente porque pensé y pienso que no somos cualquier sector; somos el sector de las palabras escritas e impresas, y éstas, pesan y mucho. Cualquier equipo editorial lo sabe y, de hecho, es una de nuestras más importantes labores, corregir textos y mejorarlos.
El lenguaje inclusivo es mejorar, tiene que serlo, pues es el de este siglo, porque además es una centuria que tiene que estar centrada en las personas, -en nuestra y el resto de las especies del ecosistema mundial-, replanteándose su modelo “organizacional” dominantemente patriarcal que ha influido de manera desigual en la vida de unas sobre las otras, éstas últimas mayoritariamente mujeres. También, que ha demostrado su fracaso provocando un vertiginoso cambio suicida del clima en el planeta, para el que la Semana de la Ciencia Abierta pidió justicia.
La respuesta a mi mensaje fue que se pretendía hacer un juego de palabras en contraposición al título del libro de André Schiffrin, “La edición sin editores” (2000) y además que lo tendrían en cuenta para futuros lemas. Algo que de antemano agradezco a la UNE, organización por la que siento verdadero respeto, y que, permítanme el chascarrillo, en cierto modo me hizo sonreír, puesto que se podría interpretar visto el título de la obra que se trataba de quedarnos sin editores, que no sin editoras. Y es que somos cada vez más las directoras de publicaciones e incluso la propia presidenta de esta asociación las que estamos representando al sector, por no hablar de autoras implicadas y compañeras de equipo (en nuestro caso aplastantemente mayoritarias).
Ello me trae a la mente a otro ejemplo simbólico, a modo de autocrítica, de la injusticia social cometida con nuestro sexo y mantenida hoy día desde los servicios editoriales académicos, si bien en proceso de cambio, como mostraré más adelante. Sin duda, nuestro ministerio competente en Ciencia ha visto claro el problema y ello justifica que el sello que otorga calidad a las revistas científicas de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología Tecnología desde hace un tiempo incluya entre sus indicadores el de buenas prácticas en igualdad de género (indicador 16). Se pide
que las revistas cumplan al menos dos de los siguientes parámetros para considerar que las cumplen:
- Contar con un porcentaje mínimo del 40% de mujeres en la composición de los Equipos Editoriales, teniendo en cuenta todos los cargos y órganos electivos medidos de forma conjunta.
- Contar con un porcentaje mínimo del 40% de mujeres como revisoras de los trabajos enviados a la revista.
- Incluir en su política editorial recomendaciones específicas a favor del uso de lenguaje inclusivo y no sexista en los artículos científicos.
- Incluir el nombre completo de los/as autores/as de los trabajos que publica, evitando iniciales, partículas y abreviaturas.
- Recomendar a los/as autores/as de trabajos publicados que hayan sido realizados con datos de investigación entre los que se encuentre la variable sexo, que informen sobre si las conclusiones han tenido en cuenta posibles diferencias entre sexos
Más allá del último punto, difícilmente considerable para un alto porcentaje de trabajos científicos, la mayoría de las revistas de nuestra editorial (más del 60%) cumplen al menos dos y en consecuencia el indicador de buenas prácticas de género se obtiene. Pero cuando profundizamos un poco más en los datos descubrimos que los que mayoritariamente se han conseguido son los
parámetros relativos a la composición del equipo editorial y la citación de nombres en las publicaciones, algo peor posicionado está el referido a las revisoras de artículos, y también queda rezagado el de las revistas que incluyen referencias a políticas editoriales inclusivas en lenguaje…lo cual me lleva a la conclusión de que los artículos aún en su mayoría se continúan redactando en
masculino.
Así que, sin cifras contrastadas que lo avalen (disculpen mi ignorancia si ya están publicadas), me atrevo a afirmar que en la editorial científica en lengua española todavía domina el género masculino en cuanto a los textos redactados con los que trabajamos. La responsabilidad que tenemos las editoriales con ello es grande y ahora más que nunca me siento cómplice y comprometida
con el cambio del lenguaje científico, que es algo que ya practico habitualmente en mi trabajo como académica. Mi labor de editora no puede quedar al margen, pues nos centramos en la palabra escrita, este medio de comunicación primordial para la humanidad, puesto que viene acompañado del aprendizaje y dominio de habilidades reflexivas y críticas que aporta la lectura. Pensar en clave de género es fundamental para el cambio de modelo social y hay que tomar medidas para acelerarlo a través de los libros y artículos que publicamos.
Reivindiquemos pues editoriales que apoyen el Acceso y la Ciencia Abierta en general, sí, pero también y sobre todo Inclusiva.