A lo largo de la historia ha existido una brecha de género en la representación política a nivel mundial. Las mujeres se topan con obstáculos y barreras económicas, políticas, culturales, sociales, entre otras, para llegar a puestos de poder que han sido ocupados por hombres por años. Hoy en día existe una mayor apertura para que las mujeres accedan a la política, gracias a la implementación de diversas acciones que han transformado el panorama. Aún así, esto es distinto en cada región del planeta y, por ejemplo, en América Latina, el crecimiento, aunque sustancial, ha sido lento.
Elena Trujillo: Quiere ser recordada por llegar a un espacio de toma de decisiones y con una agenda congruente y feminista
En entrevista para Iguales & Diferentes, la diputada por Movimiento Ciudadano, perteneciente al Congreso del estado de Sonora, México, Rosa Elena Trujillo Llanes, cuenta cómo ha sido su experiencia en la política, después de haber trabajado en la academia como profesora investigadora en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora.
Desde la academia ha participado en proyectos de investigación tanto en temas de género y de derechos humanos como en el activismo. Por ese motivo, a finales del 2014 la invitan a participar en un proyecto político y, aunque nunca antes había sido su interés formalizar su participación en la política, se dio cuenta de que no podía seguir luchando desde fuera, por lo que acepta participar en el gobierno municipal como regidora de oposición. “Sonora es un estado con las tasas más altas de feminicidios en el país. Es un estado que tiene los primeros lugares en violencia familiar, violaciones, acoso sexual, etc. (…) Vi en la política la posibilidad de transitar la agenda del activismo a la agenda de las decisiones políticas. En política los espacios se ocupan. Y si no los ocupamos los ciudadanos que queremos dignificar el servicio público, los mismos de siempre van a estar ahí”. Desde el 2021, forma parte de la 63 Legislatura del Congreso del estado de Sonora y su proceso concluye el 31 de agosto de 2024.
“Vi en la política la posibilidad de transitar la agenda del activismo a la agenda de las decisiones políticas. En política los espacios se ocupan”.
Actualmente, las mujeres tienen una mayor representación política, pero, muchas veces, se debe a la adopción de cuotas de género para promover una mayor incorporación de las mujeres a los cargos de representación popular. Esto es un avance intermedio, ya que muchas veces no ganan su puesto de forma natural, sino por esa misma cuota que los partidos políticos deben cubrir por ley. El camino es ir hacia la representación de forma orgánica, sin cuotas e ir hacia la adopción de la paridad de género. Según Rosa Elena, “en México hemos ido evolucionando de las cuotas de género a la paridad. Eso nos ha dado la posibilidad de que uno de los ejes de la agenda de género que ha avanzado de manera acelerada ha sido el de la agenda política de las mujeres. Hoy hemos elevado a rango constitucional la paridad”.
Estos cambios se observan, por ejemplo, en Sonora, pues el Congreso está conformado por 19 mujeres y 14 hombres, un hecho histórico, pero que no debe de quedar ahí. “Lo histórico sería no que tuviéramos una representación cuantitativa, sino una representación sustantiva, para que los temas de género fueran temas que pasaran sin dificultad. No ha sido fácil, porque las mujeres que llegamos a los espacios públicos dependemos en nuestras carreras políticas de quienes presiden y controlan los partidos políticos. Muchas veces, las decisiones de las mujeres son decisiones ordenadas desde las cúpulas de los partidos y esa es una de las principales limitaciones que enfrentamos”.
En México, todavía hay un largo camino para garantizar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero la lucha de las mujeres ha conseguido grandes avances, pues tienen una participación activa en el mercado laboral y en el sector de salud, de cuidados, educativo, en el hogar, la ciencia y la tecnología. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 5 de cada 10 mujeres se encuentran en el mercado laboral, aunque la pandemia trajo algunos retrocesos. Los espacios políticos para las mujeres en México cada vez son más evidentes. Actualmente, son 9 mujeres las que gobiernan una de las 32 entidades del país y, dentro de nada, se sumará la nueva gobernadora por el Estado de México.
La agenda política feminista
Las mujeres vienen a cambiar la forma en la que se gobierna, no solo en México sino en el mundo. Muchas de sus iniciativas son en pro de las mujeres y de los colectivos minoritarios, para darle voz a aquellos que por años la han perdido. Así, la diputada Trujillo, llega a la política con una agenda feminista que va sembrando semillas para ver cambios sustanciales ahora, pero, también, en el futuro. Entre sus iniciativas está la de reconocer el cuidado como Derecho Constitucional y la ley que crea el sistema estatal de cuidados, pues, después de la pandemia hubo un retroceso y “muchas mujeres tuvieron que abandonar sus trabajos porque alguien tenía que quedarse en casa para cuidar a los hijos o a los enfermos por Covid. Aunque todavía es un trabajo no remunerado, el porcentaje de lo que las mujeres aportan en el cuidado es un tema económico. El 85% de las actividades de cuidados las hacemos las mujeres”, explica.
Como esta, han llevado a cabo una serie de iniciativas en pro de las mujeres y de la comunidad LGBT, como la ley de movilidad estatal con perspectiva de género y una convocatoria abierta para que las mujeres mayores de edad puedan participar presentando temas que puedan tener una ruta legislativa: “abres el espacio para escuchar, para construir con otras y para construir en colectivo”. Además de la iniciativa Alerta Violeta, para que el estado se haga cargo de la recuperación de la salud mental de los y las sobrevivientes de la violencia; y la modificación a la ley 3 de 3, que se basa en que quienes deseen participar en el servicio público no sean ni deudores alimentarios, ni tengan denuncias de violencia política en razón de género ni tampoco sentencias firmes por violencia o acoso sexual.
El activismo y la política
La inseguridad, la desigualdad, la discriminación, la pobreza y la violencia, han alimentado el activismo y han movilizado a diversos colectivos feministas, LGBT, trans, de familiares de desaparecidos, etc… El activismo y la política van de la mano, se entremezclan para lograr una transformación real. “Cuando a mí me cae el veinte de que participar en política me abría un espacio real para estar donde se toman las decisiones, mi percepción da un giro tremendo y hoy estoy convencida que en el activismo se deben abrir espacios de formación para quienes deseen participar en la política. En México cada vez más desde la sociedad civil crece el interés por formar liderazgos para que participen en política”.
Tanto el activismo como la política deben llevar a transformar leyes y reformar reglamentos. “La agenda de la comunidad LGBT ha transitado de manera más rápida gracias a que en los diferentes poderes ha aumentado la representación LGBT. Vemos magistradas y magistrados que asumen abiertamente su identidad y su orientación. La misma ley electoral ha abierto los espacios de participación para pueblos indígenas, afromexicanos, las cuotas arcoiris, discapacitados. Es cierto que esto se da con cuotas que deben llenar por ley los partidos, pero al menos hay que ofrecer espacios para todos estos grupos y estas minorías. Esto va a permitir que estas agendas de derechos humanos y de igualdad puedan llegar a las decisiones”.
El aborto
Uno de los temas más controversiales, que está en la agenda feminista desde hace muchos años, es el de la despenalización del aborto. Un tema muy difícil, falta mucho trabajo para entender el derecho a decidir, a Rosa Elena le hubiera gustado impulsarlo, pero “el derecho a decidir es un tema que ocupa consenso y acuerdos políticos, ocupa votos que tienen la mayoría en el poder. Si yo lo meto en la agenda legislativa siento que voy a desgastar el tema, que no voy a avanzar y que no va a transitar. Lo primero es construir las alianzas y acuerdos con quien tiene las mayorías. Se necesita ver si las condiciones políticas son favorables, para poder presentar la iniciativa antes de que concluya la legislatura”.
Los partidos políticos van a estar obligados a tener una representación de los grupos minoritarios que habían sido olvidados, como personas con discapacidad, comunidad LGBT, indígenas, etc. “Hoy somos 19 mujeres en el congreso de Sonora, pero eso no significa que todas lleguen con una agenda de género. ¿Cómo le hacemos para que las que lleguen al poder vengan con una agenda feminista? Es el gran reto. Construir agendas creíbles, confiables, creadas con sociedad civil para no quedarse en la representación numérica, sino tener un impacto en la representación sustantiva. Yo al menos llegué para eso. Para que digan: ‘esa mujer impulsó una agenda de derechos humanos, esa mujer trabajó con sociedad civil, aprobó el matrimonio igualitario, logró modificar el lenguaje en la constitución, etc. Quiero ser recordada porque llegué a un espacio de toma de decisiones y con una agenda congruente, por la que he peleado y voy a seguir peleando mientras tenga la posibilidad de estar en un espacio de servicio público”.
Feminismos del Sur
Si miramos al sur, en el mundo, mujeres de otros continentes también se están abriendo el camino en las esferas políticas. Es el caso de África. Allí, el mapa de países que han sido o son gobernados por mujeres incorpora a Etiopía, Namibia, Tanzania o Gabón. Desde 2018, Sahlework Zewde es presidenta de Etiopía y su inspiración, Ellen Johnson-Sirleaf, lideró Liberia desde 2006 hasta 2018 durante dos mandatos. Johnson-Sirleaf colocó a mujeres en ministerios clave del gobierno como las relaciones exteriores o la economía. La elección popular de Sahlework en Etiopía o Sirleaf en Liberia no es casualidad. Era parte de la transformación de las sociedades africanas con la aceleración de los movimientos feministas.
Estos cambios en la historia del feminismo y las mujeres en la política en África tuvieron un efecto inmediato en la región. Ruanda se convirtió, y sigue siendo, el país con más mujeres en su Parlamento del mundo, además de conglomerar a un abanico de organizaciones gubernamentales íntegramente compuestas por mujeres. Aun así, pese a que África subsahariana es la tercera región a nivel global con más mujeres en puestos gubernamentales, solo detrás de América Latina y Europa, los retos aún son ínfimos.
En el mismo caso de Ruanda, las ventajas, favorables para las mujeres en la política que emanan desde la Constitución ruandesa, chocan de frente con las barreras en la calle, entre la sociedad civil. Las estadísticas se vuelven papel mojado. Los niveles de violencia de género en las escuelas del país han crecido exponencialmente en los últimos años y, mientras que en áreas urbanas el 13% de las mujeres nunca han ido a la escuela, este porcentaje crece hasta el 24% en el medio rural. Si hablamos del trabajo no remunerado, la discriminación también crece. Las mujeres ruandesas emplean cada semana 20 horas más que los hombres en tareas doméstica, el cuidado de los niños y el trabajo ligado a la comunidad.
Volviendo a la política, fuera de Ruanda, Tanzania o Etiopía, siguen coexistiendo retos. En el sur de África, en países como Zimbabue o Sudáfrica, las ligas femeninas de los partidos en el poder tienen un gran peso por su protagonismo basado principalmente en la lucha por la liberación de sus pueblos. Sin embargo, esos esfuerzos no se traducen en cargos de liderazgo. En el Zimbabue post Robert Mugabe, por ejemplo, apenas hay ministras en los asientos parlamentarios. En Esuatini, la última monarquía del continente, la población femenina no tiene voz en los círculos políticos y en Túnez, a pesar del estrellato de las Primaveras Árabes, los avances fueron tímidos y la influencia del Islam en la ley alejan la meta de la igualdad política.
Fatoumata C.M Jallow Tambajang: Una vida dedicada a la participación política de las mujeres en África
Por Antonina Cupe
Su objetivo es convertirse en la primera presidenta de Gambia en 2026, pero independientemente del resultado en las próximas elecciones, su labor ya ha dejado huella en el continente.
En muy pocas ocasiones, tiene una la oportunidad de charlar durante más de una hora con una política de la talla de Fatoumata C.M Jallow Tambajang, así que creo que estaréis de acuerdo conmigo cuando afirmo que su historia es patrimonio de las mujeres.
Tambajang está a las antípodas del arquetipo de política que aún es popular en Occidente. Ella es de esas mujeres que cuando hablan, sencillamente escuchas, como cuando tu madre te llama por tu nombre completo y te invita a sentarte en el sofá. Esa forma de liderazgo es quizás una de las razones por las que es tan querida en el continente.
A sus 73 años, la política y activista gambiana por los derechos de las mujeres ha vivido la colonia, el proceso de independencia, la dictadura de Yahya Jammeh y ha sido una de las protagonistas de la transición del país a un sistema democrático. Ha sido ministra y vicepresidenta y, ahora, con una rodilla algo fastidiada y una determinación más que sorprendente, se ha puesto como objetivo convertirse en la primera presidenta del país más pequeño de África occidental. Si gana tendrá que enfrentarse de nuevo a retos como la migración de los jóvenes hacia Europa en busca de oportunidades, la brecha de género y las heridas que dejó el régimen de Jammeh, anclado al poder durante 22 años.
Usted menciona a menudo que la casaron con 16 años y, sin embargo, consiguió llegar a la vicepresidencia de su país. Es sin duda un ejemplo de superación para muchas mujeres. Entenderá que ahora que tengo la oportunidad, quiera conocer su historia.
Empecemos por el principio. Mi madre tuvo cuatro hijas con mi padre en un matrimonio polígamo. Era un matrimonio muy feliz. Vivían cómodamente y eran muy religiosos. Mi padre no quería que fuéramos a la escuela, quería que siguiéramos la educación islámica, pero dos años antes de morir, mi madre me dijo que él tuvo la visión de que yo debía ir a la escuela, así que me enviaron. Cuando mi padre murió, mi tío se convirtió en mi tutor y me casaron a los 16 años con un maliense. Él ya ha fallecido. Que Allah le tenga en su misericordia. Fue en Gambia, pero nos fuimos a vivir al Congo. Tuvimos 4 hijos juntos.
Sin embargo, acabó volviendo a Gambia. ¿Cuándo y por qué?
En aquella época, Mobutu (primer y único presidente del antiguo Zaire, actual RDC) deportaba a los extranjeros y se quedaba con sus propiedades. Algunos hombres enviaron a sus esposas a casa, mientras ellos se quedaban para recuperar lo que era suyo. Eso hizo mi marido. Le esperé, pero pasaba el tiempo y no venía, así que al cabo de cinco años me divorcié. Ahí es cuando empecé a estudiar por las noches y conseguí trabajo como profesora en un instituto. Al cabo de un año me presenté a los exámenes y me fui a estudiar a la universidad de Dakar. Después conseguí una beca para continuar mis estudios en Francia.
Imagino que no tuvo que ser fácil. ¿Su familia apoyó su decisión de irse sola a estudiar al extranjero?
Mi madre y mi padrastro me ayudaron, así como mis hermanas. Fue un desafío porque mis hijos eran muy pequeños, el más mayor tenía 6. Cuando acabé de estudiar, postulé al Programa De Las Naciones Unidas Para El Desarrollo. Me aceptaron y trabajé durante 14 años. Después, me nombraron Ministra de Sanidad, Bienestar Social y Asuntos de la Mujer en el régimen de Jemmah. Trabajé con él durante un año, lo dejé y volví a la ONU.
Volveremos a hablar de Jemmah, pero antes tengo una duda. Julia Duncan Cassell, ex ministra de Género, Infancia y Protección Social en Liberia, dice que las mujeres de su país la quieren mucho. ¿Por qué?
Estuve en Liberia desde 1997, justo después de la guerra, hasta 2002. Mi trabajo consistió principalmente en asesorar a los representantes de la ONU sobre cómo incluir a las mujeres en el desarrollo. Teníamos que ayudar a las personas para el reasentamiento en sus comunidades de origen, apoyar iniciativas de agricultura, ganadería y emprendimiento, así como asistencia humanitaria. Hicimos progresos, reunimos al movimiento feminista, trabajamos por la reconciliación tras la guerra y creamos muchas organizaciones. Mi prioridad fue ayudar al gobierno a crear un Ministerio de Género y Desarrollo. La verdad es que yo también quiero mucho a las mujeres liberianas. Trabajamos juntas. Me acerqué a ellas, las comprendí e intenté en la medida de lo posible que la ONU se ocupara de sus problemas.
Cuéntenos más sobre su trayectoria en la ONU.
Trabajé en el área de Género, Salud y Población. Asesoré a representantes de la ONU para que incluyeran las prioridades de las mujeres en sus informes. Trabajé en Nigeria y en Sierra Leona con el apoyo de ONU Mujeres. También participé en una misión en RDC encargada por el difunto Secretario General de la ONU, Kofi Annan, en relación a la resolución 1325 sobre Mujeres Paz y Seguridad. En general, ayudábamos a las mujeres a desarrollar su capacidad empresarial, facilitábamos el acceso a la información, impulsábamos la creación de redes y también las dotábamos de un marco en el que pudieran trabajar y evaluar su labor. Esto lo hicimos adecuándonos al contexto de la propia comunidad porque aislar a las mujeres y no contar con la participación de los hombres, debido a nuestras barreras culturales, no suele dejarnos avanzar.
Adecuar la perspectiva de género al contexto en el que se trabaja es vital.
Sí, porque si se apoya a un individuo, la ayuda se mantiene a nivel individual y familiar, pero si se hace dentro de las comunidades, se crea cohesión social y se consigue que los hombres apoyen y comprendan que empoderar a las mujeres es beneficioso para ellos. Después de la guerra muchos hombres murieron o se fueron a la diáspora, así que las mujeres llevaban muchos de los hogares. Les dimos acceso a recursos e información para reconstruir sus hogares, sus granjas o para realizar cualquier actividad que habían llevado a cabo antes del conflicto.
¿Cree que si no se hubiese contado con los hombres se habría limitado el progreso?
Si una mujer quiere ir a una reunión o participar en un proyecto, el hombre dirá que no, que no vaya. Es importante adoptar un enfoque holístico que rompa las barreras culturales y les haga comprender que la capacitación de las mujeres beneficia a toda la familia. Y también ganarse su apoyo para que cuando las mujeres vayan a las granjas, sus maridos o sus hijos las ayuden. Construir cohesión después de la guerra es muy difícil porque hay desconfianza, incluso los miembros de una misma familia no confían los unos en los otros. Así se construye la confianza, la paz y la armonía en las comunidades.
Su labor en diferentes países africanos a través de la cooperación parece apasionante, ¿por qué decidió entrar en política?
Me metí en política cuando me di cuenta de que teníamos un dictador (Yahya Jammeh) desde hacía 22 años. Si repasamos los anales, vemos que infligió muchas atrocidades. Persiguió a la oposición y murieron muchas personas. Todos los líderes políticos querían ser presidente hasta el punto de olvidarse de mirar primero por su país. A veces la gente desaparecía de repente. Tenían miedo, así que pensé ¿por qué no voy a ayudar a mi pueblo?
¿Cómo llegó al gobierno?
En 2016 tuve la suerte de ser elegida para presidir una coalición que impulsó el cambio. Estaba formada por 7 partidos políticos y 3 organizaciones sólidas de la sociedad civil, incluida la mía. Firmamos un acuerdo el 16 de octubre de 2016. Nos presentamos a las elecciones y ganamos con 18.000 votos, pero luego nos tuvimos que enfrentar a un bloqueo político. Jammeh aceptó la derrota, pero en un momento dado cambió de opinión y dijo que se negaba a abandonar el cargo.
¿Cómo gestionaron ese pulso a la democracia?
Lo hicimos con paciencia y diplomacia preventiva. Nos comprometimos con nuestros militantes y les dijimos a nuestros jóvenes que no salieran a que los matasen.
¿Evitó entonces un derramamiento de sangre?
Había soldados por todas partes. Algunos no podíamos identificarlos como gambianos, eran extranjeros. Jammeh estaba dispuesto a matar a su gente, así que hablamos con ellos, les convencimos para que se quedaran en casa mientras nosotros dialogábamos. Lo hicimos discretamente por teléfono, les enviamos cartas y a veces, cuando teníamos la oportunidad, nos reuníamos clandestinamente con los líderes de los movimientos para que lo comunicaran y nadie tuviera que morir.
¿Cómo consiguieron que Jammeh dejara finalmente el poder?
La CEDEAO dialogó con él, pero sobre todo fuimos pacientes. En cada etapa le decíamos a nuestra gente que había esperanza para que tuvieran también paciencia. Después del 18 de enero (2017) le pediríamos cuentas y lo consideraríamos un rebelde. El pueblo sabía que habría consecuencias.
Tras semanas de negociación y una incursión por parte de fuerzas militares de la CEDEAO, Jammeh huyó –o más bien se mudó– a Guinea Ecuatorial. Para que dejara el poder de forma pacífica, se le garantizó inmunidad judicial. Guinea Ecuatorial no es miembro del Tribunal Penal Internacional por lo que hasta ahora no ha podido ser extraditado por crímenes contra la humanidad.
Con Jammeh exiliado, por fin pudieron formar gobierno y usted convertirse en vicepresidenta.
Fui vicepresidenta de noviembre de 2017 a junio de 2018. Primero me nombraron ministra de Asuntos de la Mujer, pero cuestionaban mi edad por la Constitución. El presidente no podía ser mayor de 65 años y como vicepresidenta, si ocurría algo, yo debía asumir el cargo. Al final se modificó la Constitución y fui nombrada.
Tuvo que superar toda clase de obstáculos.
Sí, pero cuando Dios tiene pensado algo para ti, no hay manera de que la gente pueda detenerte. Cuando estaba en primera línea en la lucha, la gente no veía mi edad, pero cuando llegó el momento de sentarme y gobernar, algunas personas vieron un problema. El mandato de Adama Barrow iba a ser de transición, de tres años, después tenía que dimitir y convocar elecciones anticipadas.
¿Qué ocurrió una vez estabas en el poder?
Cuando asumimos el poder descubrimos que no había nada en las arcas del Estado. El dictador se había llevado todo el dinero. No teníamos cómo pagar salarios ni atender necesidades básicas. Trabajamos con la UE y otros países. El Banco Mundial nos dio dinero, también el Banco Africano de Desarrollo y la ONU. Tenía que hablar con la nación y decirles que queríamos que fueran tres años, pero que tenían que tener paciencia porque no era realista.
¿Cómo fue la reacción del pueblo cuando anunció que no podrían cumplir con lo prometido?
Hice esas declaraciones después de que me destituyeran para que la gente tuviera claro que no quería volver. No lo hice por ninguna otra razón que no fuera estabilizar mi país. No pudimos cumplir y la oposición organizó un movimiento llamado Three Years Jotna (3 años son suficientes) para hacernos dimitir, así que tomé la iniciativa de dirigirme al movimiento, incluso al de la diáspora. Una cosa que me hace feliz es que en mi país me respetan. La gente me quiere porque soy honesta y siempre defiendo a mi país, no a mí misma. Hasta el día de hoy, cuando hay crisis, hablo y la gente me escucha.
Después de todo lo que ha vivido, ¿por qué quiere ser presidenta?
Después del cambio de gobierno, contábamos con un apoyo abrumador, tanto dentro del país como en la diáspora, pero nuestro presidente estaba más involucrado en el poder que en la agenda. Hay tantas cosas que podríamos haber hecho en esos 5 años… Él mismo ha dicho muchas veces que tengo experiencia, soy honesta y amo a mi país. No quiero dormirme en los laureles. He dado mi vida por el cambio y creo que tengo la cualificación necesaria para presentarme a las elecciones de 2026 si Dios quiere.
¿Qué cree que supondría para Gambia tener una mujer presidenta?
Será una forma distinta de servir a la nación. Las mujeres son líderes naturales desde el hogar porque gestionan. Aunque no tengan hijos gestionan a los miembros de la familia. También está la responsabilidad. No digo que todas las mujeres sean responsables y honestas, pero en general temen ser vistas como corruptas o ineficientes. Si esperamos a que el sistema empuje a las mujeres al liderazgo político, nunca ocurrirá. Aún está ahí la idea de que las mujeres deben quedarse siempre detrás, pero a través de la educación, el diálogo y el compromiso podemos lograr un cambio real que tendría un impacto positivo en la vida de las personas.
“Aún está ahí la idea de que las mujeres deben quedarse siempre detrás, pero a través de la educación, el diálogo y el compromiso podemos lograr un cambio real”.
¿Qué le depara el futuro a Gambia?
Hay tantas cosas que podemos lograr. La agricultura es la columna vertebral de nuestra economía y el sector privado el motor de crecimiento, pero el presidente no tiene suficientes recursos para apoyar a las empresas nacionales. La tasa de inflación es muy alta, la economía crece pero no hay desarrollo. En cuanto al Banco Central de Gambia, si tuviéramos liderazgo político podríamos haber hecho mucho más. Hay oportunidades, otros países lo están haciendo, no hay nada que pueda detenernos.
Ha mencionado que hay crecimiento, pero no desarrollo. ¿Cómo nos aseguramos de que las mujeres no se queden fuera?
Si empoderamos económicamente a las mujeres, hacemos que se sientan independientes, capaces de cuidar de sus familias. Las mujeres predominan en la economía informal, montan pequeños negocios y emplean a 1, 2 o tres personas. Para una familia de 5 o 6 es mucho. Debemos ayudarlas a aumentar su nivel de representación en las estructuras de poder. Las mujeres africanas son muy emprendedoras, son capaces de crear a partir de la nada. Ves a una mujer vendiendo cacahuetes en el mercado y en 5 años con 500 dólares ha montado un negocio. Crear recursos y financiación es uno de los medios para empoderarlas, así como mejorar el acceso a la educación. Vivimos en un mundo en el que ningún tipo de educación es suficiente. El Covid ha demostrado que ya no podemos depender de un solo trabajo y ha hecho que la gente diversifique sus habilidades.
No puedo acabar esta entrevista sin preguntarle por la migración en Gambia.
La mayoría de los países africanos se enfrentan a este reto. La mayoría de la gente no tiene trabajo ni oportunidades en su país. Su única esperanza es ir a Europa y tratar de salir adelante y ayudar a mantener a sus familias en su país. Si nos fijamos en la gente de la diáspora, especialmente en los últimos años, la inversión de la diáspora para apoyar a sus familias en Gambia ha contribuido en gran medida al aumento del PIB.
Es realmente complejo debido a esa dependencia. ¿Qué hacemos para evitar que siga muriendo gente intentando llegar a Europa? Sólo vemos la punta del iceberg de la realidad de esas rutas.
Nos preocupa y a Europa también le preocupa. Europa, por ejemplo, ha proporcionado fondos a los gobiernos africanos para repatriar a personas de la diáspora y crear puestos de trabajo para ellos, pero es difícil ver adónde va el dinero. Algunas personas que han vuelto siguen sin trabajo y sin saber dónde está su dinero. Les resulta difícil volver a sus comunidades, a sus hogares, con las manos vacías. Algunos se vuelven delincuentes. Es realmente frustrante para ellos, así que, en mi opinión, deberíamos animar a Europa y decirles que queremos que les proporcionen formación para que, cuando vuelvan a casa, puedan crear empresas. Alemania por ejemplo quiere deportar a muchos de nuestros hijos, pero siguen negociando. No nos importa que vengan, pero que les den formación para que puedan contribuir a la consolidación y progreso de nuestra nación.