Etimológicamente, el término libreras procede del latín librarius que significa ‘persona que vende libros o persona que tiene por oficio vender libros’.
El mundo del libro siempre ha sido vinculado al género masculino, como casi toda la producción cultural. Sin embargo, tal y como destaca Yolanda Morato Agrafojo en su libro Libres y libreras: mujeres del libro en Londres, esta industria cultural no habría sobrevivido sin el empeño de las mujeres y sin su inagotable capacidad de organizarse y apoyarse entre ellas.
Muchas libreras no solo vendían libros, sino que también los escribían. Las librerías también dirigían imprentas en muchas ocasiones, lo cual para ellas suponía una fuente de ingresos y oportunidades. Por un lado, obtenían beneficios al vender libros ajenos y, por otro, al publicar sus propios manuscritos. Pero más allá de la parte económica, tenían la oportunidad de poder
crear obras y divulgar su pensamiento y conocimiento.
Muchas de estas libreras recurrían a distintas estrategias a la hora de firmar sus publicaciones puesto que eran conscientes de que en la realidad social en la que vivían (y en la que en muchos aspectos seguimos viviendo) publicar siendo mujeres suponía un impedimento. Ante esto, haciendo uso de su gran inteligencia y astucia, optaban por firmar con sus iniciales en lugar de con su nombre de pila y dejar que el imaginario colectivo hiciera el resto.
La “habitación propia” de la que nos hablaba Virginia Woolf fue, para muchas mujeres, una librería. Más allá de un negocio, las librerías siempre han sido lugares de aprendizaje. Muchas libreras se dedicaron a este oficio porque era una vía de acceso directo a la lectura, a la cultura y al conocimiento.
Otro ejemplo de la importancia de la figura de las libreras lo encontramos en el movimiento sufragista inglés. A lo largo del siglo XIX las librerías fueron puntos clave para el encuentro de las sufragistas que encontraron en estos espacios una alternativa idónea a las reuniones en las calles o en las imprentas donde muchas veces eran boicoteadas y atacadas. Durante esta época y en muchas otras a lo largo de la historia, las librerías se convirtieron en espacios comunitarios de activismo y de lucha política.
En este mes de las letras en el que se celebra el Día del Libro debemos ser conscientes del importante papel que las mujeres desempeñaron en esta industria cultural y de la injusticia que supone que, solamente en contadas ocasiones, aparezcan en las páginas de los libros que ellas mismas vendían.