Fotografía: manifestación por el derecho al aborto. Fuente: Gloria López López.
El aumento de la presencia de partidos de extrema derecha en el Parlamento Europeo tras las elecciones del próximo 9 de junio es un horizonte probable, no solo por los datos que arrojan sondeos y estimaciones, sino porque la llegada de estos grupos al poder político es un hecho constatable en distintos países y en diversas latitudes. ¿Qué efectos puede tener sobre los derechos de las mujeres? ¿Cómo prepararse y actuar?
En lo que coinciden expertas, activistas y organizaciones es en “no dar por garantizados los avances conseguidos con tanto esfuerzo durante años”. La extrema derecha se constituye como amenaza para las libertades y derechos de las personas, concretamente de las mujeres, y de manera especial en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. El derecho al aborto seguro y legal se está revirtiendo en todo el mundo y el acceso a la anticoncepción y a una educación sexual integral está siendo cuestionado. La misma existencia de violencia de género se niega. Son indicadores sobre los que llevan alertando analistas desde hace tiempo.
A esta posible situación de retroceso en derechos en Europa quiere adelantarse la campaña ‘Mi voz, mi decisión’, un movimiento iniciado por organizaciones feministas de ocho países europeos, que ya cuenta con representantes de los veintisiete. La vía elegida es una Iniciativa Ciudadana Europea para blindar el derecho al aborto en Europa. Para que sea debatida, la iniciativa necesita conseguir al menos un millón de firmas en siete países. Lo que piden es que los países de la Unión faciliten el aborto legal, seguro y gratuito mediante un mecanismo financiero para que los Estados miembros que sí permiten interrumpir voluntariamente el embarazo puedan garantizar este derecho a las mujeres en aquellos países en los que no existe.
“Luego nos preguntaremos: ¿Cómo no lo vimos venir? Pero sí que lo estamos viendo, sabemos que lo primero que van a recortar son los derechos de las mujeres”, explicaba una de las coordinadoras de la iniciativa en España, Cristina Fallarás, en la jornada ‘La extrema derecha global contra las mujeres’ celebrada el 8 de mayo en el centro cultural La Corrala en Madrid. Frente a esta amenaza, Fallarás destacó que “el feminismo es el único movimiento universal y solidario capaz de plantarle cara”.
Fotografía: campaña ‘Mi voz, mi decisión’ en distintas lenguas
Un informe que Oxfam Intermón presentó en marzo de este año demuestra que los partidos de la extrema derecha europea han votado de manera sistemática contra todo tipo de medidas relacionadas con el avance y garantía de los derechos de las mujeres y han llevado sus políticas reaccionarias a término en países como Hungría y Polonia. Una regresión en materia de igualdad que podría aumentar si estas formaciones logran un mayor número de escaños en el Parlamento europeo. “Las feministas tenemos que dejar de reaccionar cuando la extrema derecha ataca alguno de nuestros derechos y anticiparnos, proponer y organizarnos”, insiste Fallarás en entrevista con este medio.
Anticiparnos, proponer y organizarnos
Los grupos de ultraderecha están organizados, coordinados y financiados a nivel global. Es riguroso hablar de una internacional anti derechos. Quienes vienen estudiando el fenómeno desde hace tiempo advierten la necesidad de coordinación y de establecer alianzas entre las organizaciones de la sociedad civil, instituciones, partidos políticos y parlamentos a la hora de hacer frente al avance del fundamentalismo. “El imprescindible el trabajo colectivo. La colaboración es ineludible”, sentencia Filomena Ruggiero, responsable de incidencia política en SEDRA – FPFE (Federación de Planificación Familiar), una de las entidades que colaboraron en la organización del seminario “Los derechos sexuales y reproductivos bajo presión: las respuestas de los gobiernos y parlamentos”, propuesto por el Intergrupo vasco sobre derechos sexuales y reproductivos.
La lucha por el aborto es una cuestión global. Sintetiza una genealogía que la periodista argentina Luciana Paker se empeña en peraltar, con la mirada puesta en el futuro. Los pañuelos verdes, que surgieron específicamente en Argentina, se han convertido en un símbolo que hemos visto en Chile, México, Colombia y, recientemente mientras el Congreso francés aprobaba que el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo quedara garantizado en la Constitución. “Esa lucha por el aborto en el sur global viene dando sustento jurídico, soporte para las narrativas periodísticas feministas, herramientas para construir el derecho al aborto como herramienta política”. Desde este enfoque, que reconoce los fracasos y los éxitos como parte del aprendizaje colectivo y que amplía la mirada más allá de las fronteras europeas, es importante reconocer las luchas latinoamericanas y, por supuesto, los derechos de las migrantes dentro de la Unión Europea.
Fotografía: Poco a poco las calles de muchas ciudades se van llenando de estatuas con pañuelos verdes por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito. Gracias a ‘Mi voz, mi decisión’.
Mucho más que el derecho a abortar
Pese a las diferentes localizaciones, temporalidades e historias que encontramos en la extrema derecha, es evidente que estamos ante un fenómeno transnacional que se expande y circula a través de diferentes geografías, con retóricas y prácticas similares. La extrema derecha propone una escala de valores que gira en torno a la familia tradicional, una visión de la sociedad y una forma excluyente de entender la democracia. Una de sus motivaciones principales es luchar contra lo que llaman “ideología de género” y contra los derechos de las mujeres, muy especialmente contra los derechos sexuales y reproductivos.
En la pasada cumbre de Davos, de marcado enfoque económico, el presidente argentino, Gabriel Milei, dedicó parte de su discurso a arremeter contra el derecho al aborto. A finales de febrero de este año, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) -encuentro de referencia de líderes de la extrema derecha en Estados Unidos- ponía en el mismo lugar del mundo a Javier Milei, Santiago Abascal y Donald Trump, que coincidían, de nuevo, en sus mensajes contra el aborto. El presidente argentino acaba de visitar España para participar en una cumbre de líderes de la ultraderecha europea y, más allá de polémicas y desencuentros institucionales, los posicionamientos e imágenes que ha dejado la visita vuelven a evidenciar que los avances, por pequeños que hayan sido en los últimos años, están siendo puestos en jaque por la ultraderecha, que ha convertido la igualdad y el feminismo en una de las dianas de sus políticas.
Fotografía: Luciana Peker en su intervención durante la jornada ‘La extrema derecha global contra las mujeres’
“Cuando cuestionan el aborto, atacan valores que van más allá del aborto”, explicó Luciana Peker en su intervención durante la jornada ‘La extrema derecha global contra las mujeres’. “Con el reconocimiento del derecho al aborto se mejora la calidad democrática”, argumentó. “Es nuestro derecho al goce, es nuestro deseo, el que queda legitimado”, dijo, “lo que se está debatiendo es una pelea entre el dolor y el deseo para las mujeres”.
Cristina Fallarás ahonda en este imaginario: “El derecho al aborto tiene que ver con la autonomía sobre nuestros cuerpos y con la libertad de las mujeres. No se puede entender el capitalismo si no es por el aporte económico de la mitad de la población que somos las mujeres que trabajamos doble jornada sin cobrar. Es decir, en el momento en el que la mujer se plantea la autonomía sobre su cuerpo y sobre sus derechos sexuales y reproductivos se está planteando la familia, la construcción económica de los cuidados y está poniendo en jaque el capitalismo en su esencia. Tampoco hay que olvidar que gran parte de la financiación de todo este movimiento de la extrema derecha viene de las iglesias, fundamentalmente cristianas y en particular de la iglesia católica”.
La situación en Europa
Se calcula que, en toda la UE, más de 20 millones de mujeres no tienen garantizado el acceso al aborto. Hay países en los que la interrupción voluntaria del embarazo está prohibida, como Polonia o Malta. En otros es legal, pero no libre, como Austria y Alemania. Hay estados en los que, pese a ser legal, el aborto no es accesible, así sucede en Croacia e Italia. Por último, la iniciativa “Mi voz, mi decisión” contempla el caso de mujeres en situaciones de especial vulnerabilidad o pertenecientes a comunidades en las que el acceso al aborto presenta dificultades específicas. En España, donde el aborto está permitido, para las mujeres migrantes en situación administrativa irregular la interrupción voluntaria del embarazo a menudo no es accesible ni segura. No hay que obviar tampoco en el caso español el hecho de que haya provincias en las que la interrupción del embarazo no está garantizada en la sanidad pública.
Pese a estos datos, pareciera que el tema del aborto está fuera del debate público, incluso dentro del feminismo. A comienzos de abril el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que reclama a los 27 que lo incluyan en la Carta Europea de Derechos Fundamentales para blindarlo e incrementar la protección de las mujeres ante los retrocesos que en los últimos años han sufrido en países como Hungría, Polonia o Malta. La resolución, impulsada a raíz de la consagración del aborto en la Constitución de Francia, salió adelante con una amplia mayoría (336 votos a favor, 163 en contra y 39 abstenciones). Sin embargo, esa votación pasó desapercibida y no hubo movilización ni siquiera en países donde el aborto está restringido.
Para Fallarás esto es importante, mucho más en un contexto en el que el equilibrio que ha permitido aprobar la resolución, podría quebrarse ante las elecciones de junio. “Nos parecía imprescindible poner en marcha un movimiento que llamara la atención sobre el tema del aborto de cara a las próximas elecciones europeas porque últimamente es un tema que no está en la agenda, parece un derecho conseguido y todos los derechos que nos parece están conseguidos son derechos que nos arrebatan muy fácilmente. La subida de la extrema derecha ya está consiguiendo una financiación tremenda a grupos anti abortistas en toda Europa”.
Fotografía: imagen sobre la situación en Europa, de ‘Mi voz, mi decisión’
Pero la lucha por el aborto va más allá. Los derechos reproductivos están en el corazón mismo de una lucha feminista que se ha fortalecido en su resistencia a las derechas en todo el mundo. “Tomando el aborto en el centro de la agenda, la idea es hacer músculo y coordinar un movimiento feminista activista internacional que plante cara a la extrema derecha. En Europa es un poco más complicado, por el idioma y también por construcciones históricas y culturales de cada uno de los países, no contamos con la homogeneidad que existe en Latinoamérica, ni tenemos experiencia de activismos comunes”.
Financiación y guerra cultural
Los grupos de ultraderecha que alcanzan el poder político disponen de un sustancial respaldo económico, que ha crecido exponencialmente en la última década, como constatan las investigaciones de Neil Datta, fundador y secretario del Foro Europeo Parlamentario para los Derechos Sexuales y Reproductivos. El informe ‘La punta del iceberg’, demuestra que, en los últimos 10 años, la financiación de los movimientos, asociaciones y partidos políticos de oposición al género se ha más que cuadruplicado, lo que equivale como mínimo a 700.000.000 dólares. Estos fondos provienen de Rusia, Estados Unidos y Europa, donde existe una élite empresarial muy comprometida económicamente con el movimiento anti-género (uno de los ejemplos cercano lo encontramos en el fundador de El Corte Inglés).
Estamos empezando a ver en términos de política pública cómo se concreta el discurso y la escala de valores defendida por la ultraderecha. Pero su capacidad de influir en las instituciones es anterior. Ya durante el Gobierno de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid (2003-2012), se financiaron abundantemente con fondos públicos organizaciones antiabortistas o religiosas vinculadas a los sectores más integristas de la Iglesia y a medios próximos. Eso mismo está sucediendo actualmente en Andalucía, donde el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) ha dedicado entre 2021 y 2023 buena parte de los recursos públicos a financiar asociaciones antiabortistas, autodenominadas «provida”.
Fotografía: portada informe ‘La punta del Iceberg’
Múltiples expresiones
Es importante diagnosticar adecuadamente, comprender e investigar cómo operan estos movimientos antiderechos, cómo se financian y organizan, cuáles son sus contradicciones y flaquezas, para desmontarlos. Pero también es fundamental captar sus múltiples expresiones -culturales, religiosas, económicas o políticas-, con las que influyen a nivel “cultural”, reinterpretando la realidad, reapropiándose del lenguaje, moviendo los márgenes del sentido común hacia sus intereses, rompiendo consensos en materia de derechos humanos e incluso colonizando discursos de movimientos progresistas.
“La extrema derecha ha sabido vehicular la rabia y el resentimiento de quienes se han considerados perdedores, y también el miedo de quienes tenían algo que perder”, resume María Eugenia Palop, eurodiputada y vicepresidenta de la Comisión de Mujeres e Igualdad de género del Parlamento Europeo, “y ha apuntalado su propuesta en un sistema de valores que pivota sobre el modelo tradicional de familia, concebida como principal núcleo y forma de organización social”. El sistema actual se sustenta en un modelo de familia en el que las mujeres garantizan el trabajo reproductivo de manera gratuita. Por tanto, cuestionar ese modelo tradicional de familia, tal y como hace el feminismo y el colectivo LGTBI, es cuestionar el sistema. “El feminismo divide y pervierte la célula indisoluble que representa la familia heteronormativa”.
No es baladí que otra de las batallas más significativas que están librando los grupos involucionistas en todo el mundo es la de restringir el derecho a la educación sexual y afectiva en las aulas.
Negar continuamente la existencia de violencias machistas tiene consecuencias letales para millones de mujeres.
Fotografía: campaña del Instituto de las Mujeres.
La ultraderecha afirma que la violencia contra las mujeres no existe, no tiene género o no tiene causas estructurales, las denuncias son falsas, las entidades de atención son chiringuitos que no aportan nada a las verdaderas víctimas y los hijos e hijas son víctimas de madres manipuladoras. Se ha llegado a afirmar que la violencia tiene su origen en “los flujos migratorios incontrolados” y que son los extranjeros los que cometen la mayor parte de los feminicidios y las violaciones.
Lo cierto es que negar continuamente la existencia de violencias machistas tiene consecuencias letales para millones de mujeres. En la Unión Europea, por ejemplo, hay siete países que no han ratificado todavía el Convenio de Estambul (Bulgaria, República Checa, Hungría, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Reino Unido) y la Unión Europea tampoco lo ha hecho todavía. Hace poco el Parlamento Europeo aprobó una Resolución en la que se afirmaba que “asistimos a una ofensiva visible y organizada a escala mundial y europea contra la igualdad de género y los derechos de las mujeres”. La Resolución condenaba categóricamente “las tentativas de algunos Estados miembros de retirar medidas ya adoptadas en aplicación del Convenio de Estambul para la lucha contra la violencia contra las mujeres” así como “los ataques y las campañas contra el Convenio [de Estambul] por su malinterpretación intencionada y la presentación sesgada de sus contenidos a la población”.
En 2021, Fondo Calala publicó una investigación en 28 países de América Latina y Europa sobre la estrategia internacional de la extrema derecha para atacar los derechos de las mujeres y de las personas del colectivo LGTBIQ+. Una de las investigadoras responsable del informe, Diana Granados Soler, advertía que estos grupos ultra se alimentan de “las vulneraciones sistemáticas de los derechos humanos, unas democracias deslegitimadas, corruptas, tuteladas y con una alta influencia militar, empresarial y religiosa y un momento de acumulación capitalista y del modelo neoliberal que ha empobrecido a las mayorías”.
En el comunicado ‘Ninguna propuesta de la ultraderecha neoliberal es válida para la democracia y la convivencia en igualdad’, firmado por diversas organizaciones feministas, se advierte: “Queremos alertar a toda la sociedad sobre el peligro que estas opciones políticas ultraderechistas y neoliberales representan para las democracias liberales en su conjunto y, por lo tanto, para nuestro modelo de desarrollo, justicia social y convivencia. Un peligro que se nutre, en muchas ocasiones, del uso de noticias falsas y ataques injustificados, no sólo contra las personas, sino contra las ideas y las organizaciones que trabajan contra la pobreza, la desigualdad y a favor de los derechos humanos”.
Como bien explica Nuria Alabao, los fundamentalistas están empleando todas las esferas públicas a su alcance: desde las redes sociales, a la pugna política y la estrategia jurídica. En este sentido, explica que, por ejemplo, en Polonia y Eslovaquia se está llevando la pugna contra el aborto a los tribunales, mientras en América Latina hay una ofensiva feroz contra el avance en este derecho, o en España, donde se está intentando cuestionar públicamente y creando barreras informales, como el uso de la objeción de conciencia para justificar que haya provincias que no puedan garantizar el derecho al aborto o los asaltos sufridos por las mujeres cuando acuden a una clínica para que se lo practiquen.
Fotografía: cartel de convocatoria de la manifestación del 19 de mayo, 2024.
De este modo, acaparan la agenda mediática e inundan las redes sociales con sus estrategias de moralización. Sus consignas se instalan en nuestra vida y en nuestras conversaciones cotidianas, en nuestros imaginarios políticos, en nuestras calles y plazas.
Hay futuro y esperanza si hay acción y no solo reacción.
Existen estrategias que están dando resultado, incluso en contextos muy complicados, pequeñas victorias y también fracasos que van conformando un trazo que nos señala un camino que inventar y recorrer a la vez para la defensa de la salud y los derechos sexuales y reproductivos. ‘Mi voz, mi decisión’ fue presentada en abril y los medios le dieron difusión, logrando importantes apoyos. Ahora, la campaña de firmas está en las calles, son las asociaciones y grupos quienes la han hecho suya y se afanan en la recogida de firmas, en hacer mucha pedagogía, que también hace falta, y en fortalecer el “músculo” feminista.