La palabra democracia proviene de los términos griegos ‘demos’, que significa las personas, y ‘kratos’ que significa poder; por lo que podríamos definir la democracia como un modelo de gobierno en el que el poder es del pueblo. Es decir, todas las personas que forman parte de la ciudadanía pueden decidir acerca de las políticas que se van a desarrollar.
El nacimiento de la democracia se sitúa en Atenas en el siglo 5 a.C., aunque casi con total seguridad hay ejemplos anteriores de democracia primitiva en otras partes del mundo. Sin embargo, el modelo griego en comparación con cómo entendemos la democracia hoy en día, difería en dos cuestiones fundamentales. Por un lado, era una forma de democracia directa en la que, en lugar de elegir representantes para gobernar en nombre del pueblo, “el pueblo” por sí mismo, se ocupaba de las cuestiones de gobierno y de la práctica política. Por otro, “el pueblo”, es decir, aquellos que poseían la condición de ciudadanos y, por tanto, podían participar en la política era una pequeña parte de la población que se corresponde con los varones libres mayores de 20 años.
Hoy en día existen tantas formas distintas de democracia como naciones democráticas en el mundo; aunque, hay dos principios fundamentales que todo modelo democrático ha de respetar: autonomía individual e igualdad.
Atendiendo a estos dos principios, la filósofa feminista Alicia Miyares afirma que, hasta ahora, ninguna democracia ha satisfecho ni las expectativas ni las necesidades de las mujeres, porque el modelo existente no incluye las esferas mal denominadas privadas en el ámbito de lo público. Ante esto, sólo una democracia que permita ser reestructurada desde el feminismo podría realmente operar desde la igualdad.
Sin igualdad no hay democracia
Sin igualdad no hay democracia; por lo que cuando la ultraderecha apela a los principios democráticos por representar las opiniones de un gran número de personas mientras vulneran derechos humanos no hacen más que mostrar su inmensurable hipocresía.
Es fundamental entender que el feminismo es una teoría y una práctica política, que ofrece un nuevo paradigma de pensamiento y un modelo de democracia, que aboga por la transformación institucional y cultural de la sociedad basada no sólo en la inclusión de las mujeres, sino en la transformación política que tiene como fin una sociedad igualitaria, justa, participativa, diversa y, por tanto, verdaderamente democrática.