Uno de los peores errores que puede cometer un cronista, más si es uno a punto de graduarse en la propia carrera de Periodismo, es llegar tarde al evento al que se le delega. A eso hay que sumarle el hecho de estar “mala de los nervios” como Martirio por enfrentarse a lo que va a ser su primera “crónica oficial”, más si es en un coloquio en el que participa una de las grandes referentes queer del imaginario popular y panorama nacional: ni más ni menos que Manuela Trasobares.
Y es que el fenómeno mediático de su figura parece que vuelve a resurgir gracias a los archivos de redes sociales como Youtube, Twitter e Instagram, donde memoran la efervescencia de Manuela en tiempos pasados, especialmente por su aparición estelar en el programa “Parle vosté, calle vosté: deixaria que el seu fill es canviara de sexe?” de canal Nou en abril de 1997 – considerado en algunos círculos como la revolución de Stonewall española – donde, tras toda una tanda de increpaciones hacia el colectivo trans (tratado como un problema mental y social por aquel entonces), interviene y, de seguido, explota lanzando una copa contra el suelo, con el totum revolutum y el rugido de ovaciones del resto de personas trans que se encontraban ahí.
Su trayectoria no termina ahí: posee una carrera en la que ha tocado todos los campos: desde el pictórico y lírico hasta el político, incluso como profesora fallera para jóvenes en riesgo de exclusión en la Generalitat Valenciana.
Tan es así que, a pesar de más adelante ser echada del colectivo fallero de Valencia por sus representaciones críticas pero no exentas de polémicas, le han surgido otras oportunidades como la de participar en el especial de Navidad de Samantha Hudson o publicar su primer libro en el que explica una propia y nueva teoría histórica y filosófica, además de su autobiografía.
Así pues, con la expectación por el encuentro con ella, me dirijo hasta la planta baja de la facultad de Bellas Artes de CIU (Madrid), en La Trasera, espacio donde se están celebrando las distintas jornadas sobre post sexualidades en una trilogía de días, culminando con la que viene a continuación: “El deseo está condicionado por el poder”.
Creyendo que ya estaría toda la locomoción del debate echando humo, al aterrizar parece que todavía están ultimando detalles: “Va a empezar algo tarde, a eso de y media”, comenta uno de los integrantes del equipo técnico.
Enseguida salgo afuera, a unos jardines con una piscina vacía que invocan el propio barroquismo de Manuela: la decadencia y tenebrismo de Caravaggio que, junto a un sol modestamente primaveral, se convierten en los elementos principales de ese rincón en el que también se improvisan distintas performancesa modo de teloneras.
En este lapso, Trasobares publica una historia en Instagram encantada con lo que es su camerino: la propia biblioteca de la escuela; y a cinco minutos para la una y media del mediodía, una peregrinación va desfilando en masa otra vez adentro, acomodándose en las sillas plegables y un conjunto de sofás negros para recibir, ahora sí, a la estrella rubia invitada – iconodulía pura – con una entrada repleta de aplausos de todo el público; su público.
Acompañada del brazo por su marido, Carles, deslumbra cual reina con un mono verde flúor ajustado con un corsé y botas altas negras, complementada también con unas gafas de sol rosas colocadas sobre otro conjunto de piedras brillantes que cubren su mirada por completo. Corona su ornamento con un anillo que no deja de parpadear durante toda su estancia y una cinta en el pelo “a lo Minnie Mouse”, como ella misma especifica.
Antes de dar paso, el presentador pide disculpas por la espera y, a modo de breve introducción, relata el curriculum vitae de Trasobares, aprovechando el momento marketing para mostrar el título de su primera obra narrativa, recién sacada del horno: “Voluntad de poder”, el cual, al final y de forma inesperada pero bienvenida, acaba convirtiéndose en el hilo conductor de la mayor parte de la conferencia. Y así, a la misma vez, nos adentramos en su mundo desgranando toda una teoría filosófica, política y social – cuando menos trascendental -, bautizada como trasobarismo.
«El que no se plantea nada desde su libertad individual. Cada cual con sus necesidades. Cada ser es un universo, un género y su propio Supremo, Dios”
Se considera una defensora rabiosa del poder del individuo, del propio ser: “el que no se plantea nada desde su libertad individual. Cada cual con sus necesidades. Cada ser es un universo, un género y su propio Supremo, Dios”, recalca. También una anarquista acérrima por el mero hecho de “creer en la intuición”. Precisamente, aprovecha la diversidad del público para, sin dudarlo, confirmar que “no existen sexualidades, sino convencionalidades. La voluntad de poder siempre ha querido castigar las disidencias”.
Sin un tono pretencioso ni revolucionario, tampoco pierde el sentido del humor – el cual varía entre lo explícito y lo sutil – para adentrarse en otras teorías desarrolladas en su libro, tales como que “Hitler fue inventado por la CIA” o que “la pandemia de la COVID-19 son una preparación a conceptos de guerra.
Aun así, para sorpresa de la asistencia, insiste en estar cortándose por encontrarse en una universidad, aunque eso, junto con su tozudez, le lleve a retroalimentarse para seguir erupcionando como un volcán, ante el silencio atónito pero curioso del auditorio.
En un alegato a favor de la academia de artes en las que nos encontramos – y a pesar de que ella eligiera la rama de ciencias puras en BUP – afirma que “todo lo que aprendemos es porque a la voluntad de poder le interesa (…) no estudiamos nada de Humanidades porque así no sabemos el pasado y nos condenan a repetirlo”, con otra consecuente serie de aplausos que resuenan tras esta declaración.
De la misma forma niega que la especie humana tenga relación alguna con la teoría de la evolución de Darwin, más bien piensa que “somos seres metafísicos”, y con toda la controversia que siempre acostumbra a generar, tampoco se abstiene de sus alegatos a favor “desde la prostitución hasta la necrofilia (…) Me gustaría estar en el Congreso y decir las cosas así. No soy convencional y os aseguro que quien triunfa es quien está dentro de la voluntad de poder. Hemos perdido la soberanía”.
Tras dos rondas de preguntas abiertas – tímidas, porque solo interviene una de las presentes – y poco más de una hora de duración, el colofón final tiene como banda sonora Dancing Queen de ABBA, con un grupo de espectadores dando palmas y una Manuela insistiendo en levantarse a bailar consigo misma. Tampoco falta la invitación para el catering – el típico “yo pongo” – en el que están presentes desde el salmorejo hasta las opciones veganas, siguiendo de forma casual pero intrínseca esa línea costumbrista pero rompedora de todo el acontecimiento.
Y aunque no quedara ninguna silla disponible, un servidor creía que el aforo iba a ser mucho más multitudinario al tratarse de una facultad como en la que nos encontramos, más si se cuenta con la presencia de una figura del calibre de Manuela. Además, sorprendió ver a la gente del público algo dispersa… ¿Serán los nervios del fan?
Comentándolo con el conductor del evento, Anto Rodríguez, opina que “al estar en época de exámenes son días algo más complejos”, sumándole a ello que se trata del último día de esta serie de jornadas y debates. De la misma forma es inevitable acercarse a saludar a la protagonista, la cual se acordó de nuestro encuentro en su pasada firmada de libros en la Fnac de Callao hace unos pocos meses.
A través de las elecciones municipales de su localidad, Geldo (Castellón), logró convertirse en la primera mujer trans en ser concejala en España en el año 2007.
Al preguntarle si esa etiqueta siente que le pesa o le honra – en especial para alguien que directamente no cree en ellas -, considera que “para nada supone una carga. Todo lo que sea allanar el camino y abrir puertas es algo de lo que sentirse orgullosa. Fui la primera de España y creo que también una de las primeras del mundo”.
Tampoco quería irme sin tantear la posibilidad de una segunda parte del libro, la cual todavía no tiene claro; de ser así, al igual que el primero, tendría una fracción histórica, junto a la otra autobiográfica, y sería sobre la historia de la transexualidad, aunque la época histórica concreta nos la guardamos off the record.
Tal vez Manuela es algo más que esa freak de Internet que aparenta para algunas personas; puede ser el vivo reflejo de un cúmulo de vivencias y circunstancias que, de manera muy meditada, la hacen ser la mujer empoderada que ella quiere (y puede) ser. Sus atuendos y espectáculos despampanantes son meticulosamente elegidos para contar una historia y la presencia de Salvador Dalí, del cual fue alumna, está presente en sus pequeños detalles. Las conspiraciones forman parte de esa misma exuberancia punk, un ornamento más en su ser y en su discurso, en la virtud de Aristóteles que ella posee: el punto intermedio entre la banalidad y lo trascendental. El medio camino entre el humor y la reivindicación.
Desde luego, no cabe negar que desarrollar una propia teoría filosófica junto a la historia de la evolución de la sociedad de manera autodidacta tiene su mérito, ya sea a través de un talento excéntricamente maravilloso, de un gran trabajo de investigación o justificando que la versión oficial, otra vez, es la que le interesa a la voluntad de poder.
Y quizá la transgresión y la polémica vayan de la mano. O no. Qué sabe nadie de nada es la mayor conclusión que nos podemos llevar de este rato que, a modo de cierre, termina con una declaración salida de ese aparente histrionismo trasobarista: “Existe todo menos lo que hay. La realidad que tenemos es aburrida… la de verdad debe ser sorprendente”.