El término salud procede etimológicamente del latín ‘salus, -ūtis’ que significa seguridad, salvación o bienestar. Tradicionalmente, siempre ha estado vinculado con la ausencia de enfermedades, pero, a día de hoy, debemos ir un paso más allá.
El concepto de salud sexual tiene su origen en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de Naciones Unidas celebrada en El Cairo en 1994 y la OMS lo definió en el año 2006 como: “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad, la cual no es la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad. La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos a plenitud.”
En ese sentido, la OMS también establece que: “los derechos sexuales constituyen la aplicación de los derechos humanos existentes a la sexualidad y a la salud sexual. Protegen el derecho de todas las personas a satisfacer y expresar su sexualidad y a disfrutar de la salud sexual, con el debido respeto por los derechos de los demás, dentro de un marco de protección frente a la discriminación” (2006, actualizado en 2010).
Algunos de los derechos fundamentales vinculados a la salud sexual serían: el derecho a la igualdad y la no discriminación, el derecho a una vida libre de violencias, el derecho a no ser sometida/o a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (como la prostitución o la mutilación genital femenina), el derecho a la privacidad y la intimidad, el derecho a la información y a la educación (información y educación en sexualidad integral y de calidad) y el derecho a la libertad sexual, entre otros.
Sabiendo todo esto, puede resultar obvio decir que sin igualdad no existe la posibilidad de que las mujeres gocen de salud sexual integral. ¿Por qué? Pues porque en un mundo codificado en masculino donde se establecen y se ejercen relaciones de poder, resulta prácticamente imposible que las mujeres disfrutemos de plena libertad sexual y sino tenemos plena libertad sexual, difícilmente vamos a poder hablar de salud sexual integral.
Resulta fundamental entender la salud sexual desde ese enfoque positivo y de igualdad que aboga por la posibilidad de tener experiencias sexuales consentidas, libres, seguras y placenteras para todas las personas y superar, de una vez por todas, ese falso imaginario de castración socio-cultural impuesta a las mujeres.