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Los cuidados de menores y de mayores deben adquirir protagonismo en las políticas públicas de igualdad para que las mujeres puedan ocupar los espacios públicos adecuadamente, tanto los profesionales como los de ocio. El acceso a puestos de responsabilidad no puede ser ni una cuestión de privilegio de clase (el dinero resuelve el problema de cuidados) ni de renuncia (ningún hombre elige entre familia o carrera profesional).
Las mujeres tienen derecho a disfrutar de espacios y tiempos de ocio, y también de formación, teniendo asegurado el cuidado de menores y de mayores o personas con discapacidad que tenga a su cargo. No se puede continuar hablando de empoderamiento de las mujeres desde lugares privilegiados (generalmente salariales) y con un discurso que lleva a muchas mujeres a renunciar a la maternidad para desarrollar una carrera profesional o a abandonar su posibilidad de ascenso cuando se encuentran con la necesidad de cuidar.
Las mujeres sufren constantemente, aún a día de hoy, una reprobación social si no cumplen suficientemente bien con sus tareas domésticas y de cuidado, tanto por parte de sus familias, de las familias de sus parejas, amistades y el conjunto de la sociedad. Cuando una mujer sale de una reunión para atender a sus menores o mayores es una irresponsable y está poniendo en juego su carrera profesional. Cuando un varón se ausenta porque tiene que ir a recoger a sus criaturas al colegio su actitud es alabada y puesta en valor como un acto de heroicidad.
Faltan mujeres en las carreras científicas, en las tecnológicas y en todos los espacios que antes eran ocupados por varones porque faltan espacios de cuidados. No vamos a entrar aquí en si las parejas deben ser o no corresponsables porque la realidad es que las mujeres, ya a finales del primer cuarto del siglo XXI, siguen haciéndose cargo de los cuidados de manera generalizada y la brecha salarial y en puestos de relevancia sigue siendo objeto de debate.
La responsabilidad es política. Los centros de trabajo deben tener espacios de cuidados para menores, para mayores y para personas con discapacidad, pero también deben crearse espacios públicos para esos cuidados, para que las mujeres (y hombres que cuiden) puedan trabajar con remuneración, disfrutar del ocio o formarse para ascender o cambiar de profesión ante la pérdida de determinados empleos y la creación de otros en la era tecnológica en la que ya estamos inmersas.
Visibilizar los cuidados es esencial y naturalizarlos también. No podemos permitir que una mujer tenga que dejar sola a una menor de 4 años para acudir a su trabajo y luego criminalizarla. La situación económica de las mujeres que tienen que cuidar es determinante: las jornadas laborales interminables y los salarios mínimos llevan a las mujeres a situaciones extremas y esa
vulnerabilidad económica puede hacer que a las madres les quiten a sus hijos por falta de recursos.
Es el resultado de una sociedad que no vela por las mujeres y sus dificultades económicas y de conciliación, ni por las personas menores ni mayores. No son suficiente los horarios de Escuelas Infantiles y de Primaria, ni de Centros de Mayores, porque los horarios de trabajo son diferentes, hay que tenerlos en cuenta, sin que ello implique renuncias para ninguna mujer que no tenga recursos para pagar cuidados privados. Busquemos soluciones adecuadas.
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