Vivimos tiempos difíciles para la igualdad, aunque parezca lo contrario. Los presupuestos destinados a estudios, investigaciones o formación en igualdad se miran con lupa, siempre bajo sospecha, como si fuesen algo innecesario y de mal uso, mientras las personas que trabajan en estos ámbitos viven bajo una especie de paranoia de necesidad de demostrar que lo hacen mejor que nadie y con mayor dedicación y abnegación.
No deja ello de recordarnos a eso de que las mujeres siempre tienen que demostrar ser mejores que los varones en su trabajo, y que además de ser excelentes profesionales, deben ser extraordinarias madres y esposas, buenas personas, bellas y dulces, depilarse, ir a la peluquería y estar disponibles siempre.
No es posible que en el año 23 del siglo XXI estemos en este punto. Parece que todavía no se ha comprendido que el feminismo es un ámbito científico, la igualdad una necesidad y las personas que trabajan en intervención o en investigación son profesionales con los mismos derechos que las y los profesionales de otros ámbitos. El respeto a su trabajo, a una remuneración digna y a no cuestionar su integridad deben regir en todo momento. Los imaginarios sobre la gratuidad del trabajo de las mujeres, que mantienen esa crítica constante al empleo remunerado en igualdad, deben desterrarse para siempre para poner en valor su seriedad y rigurosidad.
La salud de las profesionales que trabajan en igualdad está en riesgo por el estrés que suponen los bajos salarios y la necesidad de tener diferentes empleos, renunciando a tiempos de ocio. Lo mismo ocurre con las científicas, con escasos recursos para la investigación en género, recursos que además son manipulados por parte de algunos medios de comunicación y políticos con el fin de hacer creer a la sociedad que hay un derroche económico. Debería estudiarse la ansiedad en profesionales del área de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.
Ante la presión, se ha creado, además, un clima que impide abrir nuevos debates críticos frenando el avance científico y la innovación en intervención en casos de violencias, así como en la construcción de modelos de corresponsabilidad y conciliación. Se fomenta el enfrentamiento en lugar del debate, tanto entre corrientes dentro del feminismo como entre mujeres y hombres.
La violencia que se ejerce sobre la construcción de la igualdad tiene características de manual, muy similares a las violencias que se ejercen sobre las mujeres en el ámbito de lo privado. Mientras tanto, mujeres antiigualitarias ganan elecciones, probablemente con el voto de muchas mujeres, pero no podemos olvidar que son las mujeres las que sufren violencia de género en todas las sociedades, niveles económicos y culturales. Pensamos que Irán o Afganistán quedan muy lejos y que las mujeres allí siempre fueron tapadas, porque no queremos recordar que los derechos se pierden y que tardan mucho en ser recuperados, hay que volver a empezar.