La guerra vuelve a ocupar las primeras páginas y titulares de la prensa tradicional. Miramos con espanto, aunque no todas las personas lo hacemos de la misma manera. La violencia de género es como la guerra, algunas personas se horrorizan ante el dolor de las víctimas, mientras otras no quieren ver, ni escuchar, y mucho menos saber.
Saber implica reflexionar y cuestionar. Saber exige también posicionarse por la justicia y sentir compasión. Impide ser como quienes, sabiendo que una mujer ha sufrido violencia de género, dicen que quieren escuchar las dos versiones de los hechos. O quienes, aun sabiendo que una mujer ha tenido que marcharse de su casa para no sufrir más humillaciones, siguen alquilando su vivienda al maltratador porque puede pagarlo y lo primero es lo primero, por poner sólo un ejemplo.
La violencia de género existe en nuestra sociedad, como existe la guerra, porque no sólo se sustenta en el poder de unos pocos, sino en el consentimiento y el apoyo de muchas y muchos. Por ello, negar la violencia contra las mujeres contribuye a mantener sociedades violentas, en las cuales se carece de algo tan esencial como la compasión. Hablamos demasiado de empatía, y poco de compasión. Sentir compasión nos incapacita para cualquier guerra, porque dejamos de cosificar a las personas.