El consumo y la producción de pornografía en el mundo se encuentra en constante crecimiento; un aumento que va de la mano de los avances de las nuevas tecnologías como son los teléfonos móviles, las tablets o los ordenadores. Así pues, la pornografía se convierte en un objeto de consumo que se vuelve accesible y gratuito. Según datos que reveló en 2019 la empresa Pornhub, esta plataforma online recibió un total de 42 billones de visitas a nivel mundial, lo que suponen un total de 80.032 visitas, 77.861 búsquedas y 219.985 visitas de vídeos por minuto. Esta situación supone una gran alarma social, teniendo en cuenta que la industria pornográfica, con sus componentes misóginos, de sexualización de las mujeres y homófobos, entre otros muchos adjetivos, está siendo accesible a personas que aún están desarrollando su sexualidad.
Según publica el autor Peter Valkenburg en el artículo titulado Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes: “No se puede negar el impacto que tiene sobre las conductas sexuales, así como sobre las relaciones de género, la «nueva pornografía» distribuida por internet. La familiaridad con prácticas de riesgo, la descontextualización de la sexualidad, la inmediatez, la simplificación de las relaciones interpersonales, así como la vinculación con nuevas modalidades de prostitución, convierten a la nueva pornografía en un fenómeno de especial relevancia para la comprensión de las relaciones interpersonales”, afirma. De hecho, el 62,5% de adolescentes de edades comprendidas entre 13 y 17 años han consumido porno al menos una vez en su vida, según el informe ‘(Des)información sexual: pornografía y adolescencia’. También resulta importante remarcar el componente de género, ya que el 87,5 de chicos responden que sí consumen pornografía frente al 38,9% de las chicas.
Aunque la pornografía se podría considerar como un mercado globalizado y de alto consumo, la realidad es que, a la hora de hablar sobre ello, socialmente existe un tabú que silencia las violencias persistentes que se esconden detrás y delante de las cámaras. Por ello, la serie documental PornoXplotación de Mabel Lozano resulta tan importante, ya que muestra la dura realidad del llamado “consentimiento” en la pornografía. “PornoXplotación es una llamada de atención, a partir de distintos testimonios de afectados en primera persona, sobre el elevado precio que se paga por el porno a los dos lados de la pantalla. Expone la realidad de una industria opaca y explotadora para terminar con el tópico de la voluntariedad en la mayoría de los casos”, cuentan desde la cadena RTVE.
En RTVE Play se encuentran disponibles de forma gratuita los tres capítulos que tiene esta serie que sigue una narrativa diferente llamada narraturgia. Es decir, las protagonistas que aparecen son actrices que comparten historias reales de mujeres que se dedican al mundo de la pornografía, con el fin de respetar tanto la privacidad como la seguridad de las mujeres que son explotadas sexualmente, ya que de lo contrario como asegura la propia Mabel Lozano, sus vidas correrían peligro.
Aunque se trata de una serie muy cruda y dura de ver debido a que refleja la realidad del porno tal cual es sin edulcorar ni romantizar ninguna situación, sí que para las escenas más violentas se incorpora el recurso de la animación porque “nosotros no hacemos pornografía de la pornografía. Yo soy una cineasta que trabajo a favor de los derechos fundamentales de los seres humanos. Que nadie espere ver porno denunciando el porno”, cuenta Lozano en una entrevista para el periódico Público.