Queremos cerrar el año hablando de la contribución de Lady Mary Wortley Montagu (1689-1762) a la salud pública europea, al traer a este territorio los procedimientos precursores a la vacuna de la viruela, que practicaban las mujeres en el Imperio Otomano y cuyo origen podría estar en China. Lady Mary Wortley también destacó como poeta y autora, pero su contribución fue casi olvidada. En sus escritos refleja ser una mujer de ideas liberales, cosmopolitas y pacifistas.
Ella sentó las bases de la inoculación de la vacuna contra la viruela en Europa, donde el virus se encontraba descontrolado. Fue la primera persona en intentar difundir la inoculación entre la población general como método para evitar el contagio de la viruela. Décadas más tarde, perfeccionó la técnica el médico británico Edward Jenner, a quien se ha atribuido el descubrimiento de la inmunología, olvidando oportunamente a las mujeres que ya la practiban en Asia desde hacía decenios y, también a Wortley.
En marzo de 1717, Lady Mary Wortley observó como algunas ancianas practicaban la inoculación de la viruela en niñas y niños, consiguiendo que estos se inmunizaran contra la enfermedad. El proceso era el siguiente: se extraía una pequeña cantidad de pus de una ampolla de un paciente leve de viruela. Después, este pus se introducía en una herida abierta a propósito en la piel de un niño/a sano. Al poco tiempo, este desarrollaba un caso mucho más leve de viruela del que hubiera contraído por la vía natural y, tras superarlo, quedaba inmunizado de por vida.
El impacto de ese procedimiento quedó plasmado en varias de las cartas que Lady Mary envió a sus allegados. Por ello, tras comprobar el éxito de la revolucionaria técnica, ella misma decidió aplicárselo a su propio hijo con ayuda del médico de la embajada inglesa. Así, su hijo Edward se convirtió en el primer inglés en recibir la llamada inoculación o variolización.
A principios del siglo XVIII se calcula que la viruela causaba la muerte de un 10 por ciento y un 15 por ciento de la población europea, aproximadamente un total de 400.000 personas al año. Era una enfermedad con una mortalidad que podía alcanzar el 30 por ciento de los infectados, además de ser muy contagiosa y con una alta tasa de dejar secuelas de por vida.