Dora María Téllez, “Comandante Dos”, ex aliada del actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, fue liberada y deportada, junto a 221 disidentes más, entre sacerdotes, periodistas, políticas/os, estudiantes, empresarias/os y campesinas/os, quienes permanecían en prisión o arresto domiciliario, condenados por menoscabar la independencia, la soberanía y la autodeterminación del pueblo, así como por incitar a la violencia, al terrorismo y a la desestabilización económica. A todas y todos se les revocó la nacionalidad nicaragüense por
traición a la patria y conspiración.
En junio de 2021, Téllez fue encarcelada en El Chipote en Managua, la tenebrosa prisión de máxima seguridad conocida por las constantes torturas y violaciones a los derechos humanos.
Pero, tras 605 días en la cárcel, fue liberada y enviada a Washington DC, pues el gobierno de Ortega pactó con la administración norteamericana la salida de los presos políticos.
“Esta es una lucha de resistencia. El régimen no aguantó la solidaridad internacional, las oraciones, los ruegos que las personas hacían por nosotros en las iglesias o en sus casas,
la presión de los nicaragüenses, de los gobiernos y organizaciones internacionales para nuestra liberación”, afirmó en una entrevista para BBC News Mundo.
La guerrillera es conocida por haber sido la compañera de lucha de Daniel Ortega durante la revolución sandinista, que puso fin a la dictadura de la familia Somoza en 1979. A los 20
años formó parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), para dos años más tarde unirse al batallón guerrillero que tomó el Palacio Nacional de Managua. Asimismo, fue
parte de la conocida ‘ofensiva final’ contra la dictadura como jefa del Estado Mayor del Frente Rigoberto López Pérez. Luego del triunfo de la revolución tuvo el cargo de ministra de Salud del poder sandinista. Además de su activismo, trabajaba en la academia y se volvió una de las críticas más duras del gobierno de Daniel Ortega, líder de FSLN desde 1991, jefe de Estado entre 1985 y 1990 y actual presidente de la República de Nicaragua desde 2007.
Dora era una voz incómoda para Ortega y por eso fue apresada y acusada de servir a los intereses estadounidenses. Para ella, nadie puede retirarle la nacionalidad nicaragüense y desde Estados Unidos continuará su lucha: “Ortega pensó que nos iba a doblegar, pero no hubo una sola persona presa que pidiera perdón. Resistimos todos. Toca reorganizarnos y seguir peleando. Yo voy a regresar a Nicaragua, no sé cuándo, pero voy a hacerlo, y a recuperar todas las libertades. A mí nadie me puede quitar la nacionalidad, que tengo como derecho por nacimiento, por un delito que no cometí”, dice en una entrevista para El País.