Sólo cuando se respete a las víctimas y a las supervivientes de violencia machista, sólo cuando se señale exclusivamente al agresor como responsable, estaremos dando un paso adelante para poner fin al dolor de muchas mujeres y de sus hijas e hijos. Es terrible que todavía en el año 2024 las víctimas y las supervivientes tengan miedo a ser identificadas como tales, porque pueden ser juzgadas y cuestionadas como personas y/o como profesionales.
Es terrible que aún se cuestione la palabra de las víctimas y se apoye socialmente, hasta en el entorno familiar y (desgraciadamente algunas veces incluso en el de la propia víctima) al agresor, destacando “defectos” de la mujer agredida o acusándola de mentir para lograr algo.
La sociedad no avanza en la conciencia de la igualdad. No toman conciencia ni los hombres ni las mujeres, mientras las redes sociales, los medios de comunicación, los enfrentamientos (que ya debates no hay) políticos, se llenan de mentiras y de discursos manipulados para cuestionar la violencia contra las mujeres, las brechas salariales, los techos de cristal y la socialización diferenciada que mantiene la desigualdad y perpetúa la violencia.
Tolerar el negacionismo de la violencia contra las mujeres es complicidad. Y no olvidemos que sólo vemos los asesinatos, no el dolor terrible que sufren tantas y tantas mujeres, en silencio o gritando sin ser oídas, cada día. Por eso, no más minutos de silencio, voces unidas contra la violencia machista y contra la desigualdad es lo que necesitamos, poniendo el foco en el agresor, el culpable, y no en las víctimas.