No olvidé los días de luz,
el corazón sonámbulo de magia,
el paraíso en la Tierra,
el aroma de tu mirada
o el brillo de los crisantemos.
Pero ignoré
el innegable
transitar
de las estaciones,
la llegada al puerto,
la desconocida mancha de la incertidumbre
que aleja los cuerpos
y esfuma la vida.
Ahora parece un eco;
las risas, las flores, el ruido de tus pasos.
Un eco de un sueño,
de los crisantemos coloridos que crecían entre
nuestros dedos y formaban tu voz y tu esencia.
No olvidé ningún día,
ni a ti o a tu vida.
La desdicha del adiós
no injuria la belleza y la esperanza del instante
en que fuiste.