Por años, la sociedad consideró que la mujer era un ser insignificante y frágil que solo servía para dedicarse al hogar y a nimiedades sin importancia.
Pero, las mujeres somos un reflejo de cada una de nosotras; la lucha de una mueve a la otra; la valentía de otra más mueve a la siguiente.
Las palabras de cada una de las mujeres, que salen cada año a alzar la voz, rompen los falsos reflejos que nos han impuesto y convierten esa imagen distorsionada en el impulso de un mundo donde nunca más tengamos que luchar por nuestros derechos.
Somos los espejos del alma, la conexión con nuestra espiritualidad y naturaleza; la verdadera fuerza que mueve el mundo.