Miles y miles de historias de violencia contra las mujeres han quedado resguardadas en un cajón que no es lo suficientemente grande como para poder albergarlas todas. Hoy, autoras como Cristina Fallarás recogen el testimonio de muchas narrativas que, por desgracia, son compartidas. Hoy, esta frase debe cambiar y convertirse en “será mejor que lo expliques”. Porque alzando la voz se consigue el abrazo de muchas personas que luchan y velan para que los actos de violencia no queden impunes.
‘No publiques mi nombre’ es el último lanzamiento de Fallarás que reúne las voces de muchas mujeres para poder entonar un colectivo “Se acabó”. Además, todos los beneficios en concepto de Derechos de Autoras se destinarán a la asociación sin ánimo de lucro ACCIÓN COMADRES para la creación de programas contra la violencia sexual. Este trabajo es el resultado de una iniciativa en redes sociales donde la periodista, a modo de capturas de pantalla, compartía las denuncias de casos para evitar que acabaran borrados.
Las páginas de este libro suceden a modo de espacio seguro como una herramienta para visibilizar e identificar patrones de abuso. A los que han querido acallar nuestras vivencias, ahora es hora de mostrarles el papel que perdura, al igual que lo hará la lucha feminista que acompaña a las víctimas sin preguntar, sin juzgar y sobretodo creyendo sin matices ni peros. “Es una revolución. Sus palabras son nuestras armas. Su valentía, nuestro futuro”, leen las primeras páginas agradeciendo a todas las mujeres que han querido dejar por escrito su relato.
“Es 30 de agosto de 2023. Una mujer se sienta al teclado y escribe: «Tanto mis primas como yo sufrimos tocamientos por parte de mi abuelo durante años. Hasta los doce, que ya no me dejé más. Mi abuela lo sabía y cerraba la puerta». Me llega solo eso, un párrafo sin adornos, un párrafo roca, párrafo desierto y espina”. Así, Cristina Fallarás combate la violencia y la negación, abriendo la puerta y dejándola bien abierta para que vean la luz todos los casos de violencia sexual que han sucedido a lo largo de la historia.
Aquí, las mujeres ya no se conforman con acobardarse ante la vergüenza que les han convencido que debían tener. Porque si algo queda claro tras leer las vivencias de sucesos machistas es que la vergüenza les corresponde a ellos. La vergüenza de creer que se pueden apropiar de un cuerpo que no es suyo y que jamás tendrá un dueño. Maridos, padres, abuelos, hermanos, jefes y amigos tiemblan ante este cambio que no parará. Porque mientras sigan abriendo los telediarios feminicidios y porcentajes sobre casos de violencia de género, seguiremos saliendo a la calle y gritando más fuerte que ayer. El testimonio de todas quedará recogido como un arma de resistencia política para romper el miedo, el silencio y la vergüenza.