Fotografía: fuente Freepik.es
Tras unas elecciones nacionales que han evitado el triunfo de la ultraderecha en Francia, su capital — una de las más reconocidas a nivel mundial —dará el pistoletazo de salida a los Juegos Olímpicos de este 2024 en menos de 48 horas. París, también conocida como la bucólica capital del amor, será la encargada de encender la famosa antorcha de Prometeo.
La deconstrucción y mirada crítica implican abrir ciertos melones también en el mundo del deporte; como son los debates que parten desde el sitio indicado para las personas trans en distintas categorías, la presencia de hombres gays en el fútbol, así como el racismo o el machismo. Cabe recordar que, recientemente, tras la Eurocopa 2024 se han escuchado comentarios racistas sobre dos de sus jugadores, Lamine Djamel (Yamal) —el goleador más joven de la historia del campeonato— y Nico Williams — quien ha relatado el viaje de su madre desde Ghana hasta llegar a España, para ofrecer una mejor vida a sus hijos —».
Para ti, lectora, ¿es relevante o irrelevante esa información? ¿Aporta visibilidad y rompe con los tópicos de una raza históricamente discriminada o, por el contrario, se retroalimenta con el propio estereotipo?
Y ahí está el debate.
En el otro lado, nos encontramos con la exclusión de la atleta trans Halba Diouf por el Consejo Mundial de Atletismo tras el endurecimiento de criterios por parte del Consejo o la temida salida del armario de figuras como Gema Hassen – Bey, aconsejada por su entorno para hacerlo en un marco de discreción. O sea, el mismo paraguas patriarcal que nos persigue día a día, en las calles, y que repite la particular revolución de Stonewall tan injustamente parodiada de Manuela Trasobares: “durante tantos años la represión y la máscara, ¿de qué me tengo que disfrazar ahora?»
Tal vez el mejor chute de energía en estas Olimpiadas sería una carrera por la colectividad, una vez más. Sin dopajes de exuberante patriarcado de por medio, a poder ser.
Que el calor no nos impida seguir reflexionando y trabajando.