Fotografía: Captura de pantalla Youtube Milenio.
Las pasadas elecciones del 2 de junio marcaron un hito en la historia moderna de México, pues una mujer será presidenta por primera vez. Y aunque el triunfo de la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, sobre Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, fue celebrado a nivel internacional, en México, muchos ciudadanos y ciudadanas están en desacuerdo. El proceso electoral previo a las elecciones ha sido el más violento en la historia moderna del país, con más de 20 candidatos/as asesinadas, así como cientos de casos de atentados, agresiones, amenazas y desapariciones. Aunado a las acusaciones por fraude electoral y la constante intervención ilegal del presidente Andrés Manuel López Obrador, sin ninguna consecuencia, durante sus ‘mañaneras’ (conferencias de prensa que cada mañana ofrece desde el inicio de su gobierno el 1 de diciembre del 2018) en el proceso electoral para favorecer a su candidata. Con toda la fuerza del poder, presupuesto ilimitado y constantes desaprobaciones, comentarios misóginos y violencia de género contra la ex candidata Xóchitl Gálvez, no había oportunidad de celebrar un proceso limpio y justo.
El nuevo partido en el poder, Morena, el partido del actual presidente de México y el de Sheinbaum, hace recordar al PRI (fundado en 1946), el partido más antiguo de México, que gobernó los 32 estados del país sin ninguna oposición o contrapeso al poder por más de 70 años. Y aunque ambos partidos tienen diferencias ideológicas y distintas estrategias es innegable la similitud en el contexto actual. En apenas una década, Morena pasó de ser una fuerza emergente a consolidarse como la primera fuerza política, con la victoria de la presidencia, aunado a su superioridad en el Congreso y su arrasante control en la mayoría de las gobernaciones.
Durante toda su estrategia de campaña, el partido fundado por el actual presidente de México, ha intentado diferenciarse del antiguo partido en el poder, con diversas críticas a los gobiernos del pasado, además de tachar la alianza de los partidos PRI, PAN y PRD (Fuerza y Corazón por México) a quienes denosta al llamarlos el ‘PRIAN’. Esto resulta incongruente por dos razones: Morena hizo alianza estratégica con los partidos PT y PVEM (Juntos Hacemos Historia) y diferentes ex priístas se han sumado al partido Morena, entre ellos, Andrés Manuel López Obrador. El resultado: el viejo PRI es el nuevo Morena.
Ese dominio político de Morena, tras las elecciones, genera preocupación y debate, pues el resultado puede tener implicaciones significativas. Aunque algunos ven esto como un avance hacia una mayor representatividad y cambio, otros temen que pueda conducir a un exceso de poder y erosionar los contrapesos institucionales hacia el autoritarismo. En cualquier sistema democrático es fundamental mantener un equilibrio entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial. El control absoluto de un solo partido puede afectar la rendición de cuentas y la diversidad de opiniones. Por lo tanto, es crucial que la ciudadanía esté atenta y participe activamente en el proceso político para garantizar que se respeten los principios democráticos.
En cuanto a la inversión nacional e internacional, la estabilidad política y la confianza en las instituciones son factores clave. Los inversionistas buscan entornos predecibles y reglas claras para tomar decisiones. Si bien la mayoría de Morena puede implementar políticas progresistas, también deben considerar cómo equilibrar la inversión con la protección de los derechos y la justicia social.
Además, Claudia Sheinbaum, la virtual presidenta electa, ha definido seis reformas prioritarias que impulsará en septiembre antes de que finalice la presente administración y que empiece la suya el 1 de octubre de 2024. Estas reformas abarcan el apoyo económico a mujeres de 60 a 64 años, becas universales para estudiantes de educación básica, cambios a la Ley del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) de 2007, no reelección, reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho público y reforma al Poder Judicial, que se alineará con la iniciativa propuesta por López Obrador. Esta última es la que más inquieta y ha provocado confrontaciones entre los partidos, pues busca modificar aspectos relacionados con los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, entre propuestas como reducir el número de ministros y acortar su periodo, se explora el que los ministros, magistrados y jueces sean elegidos por voto directo, en contraste con el proceso actual de designación. Y esto porque en el mundo, las autoridades de más alto rango designan a los y las juezas para que exista la imparcialidad y no se elijan por conveniencia ni que sean adeptos a algún partido político. Bolivia es el único país en el mundo que elige a sus jueces por voto popular. Si se aprueba la reforma en México, sería el único país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con un esquema similar.
Ante el mundo, una mujer será presidenta por primera vez en México, una mujer más logra lo impensable y se alza victoriosa en un proceso anteriormente otorgado solo a los hombres, pero ante el país, ante inversionistas, gobiernos y ciudadanía, una mujer puede perjudicar la democracia y cambiar el rumbo de un país que se encuentra a la deriva, secuestrado por el narcotráfico y grupos de la delincuencia organizada, donde las madres buscadoras son vistas como adversarias del gobierno y las y los periodistas que critican y evidencian errores en el gobierno son perseguidos, amenazados, asesinados y despedidos de sus medios de comunicación. Un país que vivió el fortalecimiento de su moneda, pero que poco duró al conocer los resultados actuales. Un país que vive con miedo, un país que mata a sus ciudadanos y ciudadanas y en el que el presidente actual parece tener «otros datos».