32 años. Geriatra y drag queen. Residente en España desde hace 6 años. Procedente de Lods, Polonia.
26 años en Polonia siendo una persona LGBT+, último país de la Unión Europea en materia de derechos LGBT+ según ILGA-Europe, en los que aprendió a “satisfacer a la gente y que no vean tus debilidades. Desde pequeño supe cómo hacerlo: en la escuela, en casa… para no ser el raro. Esto me ha hecho construir algunas barreras en contacto con la gente, que hoy estoy intentando destruir”. “Hasta mis 19 años -añade- yo vivía o, más bien, intentaba vivir una vida de hetero con novias, que realmente eran mis amigas; y todo porque la gente quería ver eso en mí”.
“Estaba harto de no seguir mi instinto y necesidad de desarrollar mi sexualidad por ser un buen actor”, afirma. “La gente LGBT+ somos perfectos actores hasta que salimos del armario”.
A esa edad, con su primera pareja homosexual, logró salir del armario con su familia y círculo más cercano. Aunque “seguía mostrando lo que la gente quería ver: gay normativo, muy masculino, no enseñando demasiadas cosas de maricón”.
Estudió Medicina en Polonia y, al terminar, tenía claro que quería mudarse a España con un único objetivo: “sentirme libre y poder disfrutar de una sociedad en la que no tenga que fingir”. Se preparó y estudió castellano para ello, cumpliendo con su propósito en 2017, tan solo una semana después de que le expidiesen el título universitario que le otorgaba la oportunidad para poder encontrar alguna oferta laboral en su campo.
“La gente LGBT+ somos perfectos actores hasta que salimos del armario”
Aterrizó en Mallorca, con un español que todavía chapurreaba con la excusa de que sabía que ahí hay “ingleses, alemanes…” y para que ésta no fuera un impedimento a la hora de relacionarse en lo personal y profesional.
“No quería seguir fingiendo. Quería tener la posibilidad de ir al trabajo con mis compañerxs y que pudiésemos hablar de lo que habíamos hecho el fin de semana con nuestras respectivas parejas… y no quedarme callado”.
A la pregunta sobre su vida aquí y sobre si ha encontrado esa ansiada libertad, dice “estar en ello. Me acuerdo de un momento específico: unos meses después de mudarme a las Baleares, fui con mi chico a una discoteca gay. Por la madrugada, de vuelta a casa, fuimos paseando por toda la ciudad de la mano y, cuando llegamos, nos dimos cuenta de ello (…) En Polonia nunca puedes mostrar afecto por tu pareja (homosexual) porque te pueden insultar o pegar. Y pensé: ¡joder, ¡qué bien! No tengo nada de miedo”.
En ese mismo camino, también empezó a experimentar con el drag, que “vino un poco más tarde. En Polonia ya era fan del drag; me encantaba la libertad que daba y el manifiesto de que todo lo que me prohíbes te lo exagero: la feminidad, lo súper llamativo…”.
Cuando vuelve a Polonia siente que ya está un poco más acostumbrado a ese cambio, aunque cuando iba con su pareja renacía cierto “estrés sutil” y “volver al Jakub de caja”. También siente que en la trayectoria social del país “se da permiso de reírse de la gente no hetero normativa. Es una situación que en los próximos años puede estar perdida (…) Me encantaría en algún momento volver a mi país, pero ahora mismo es imposible”:
“Fuimos paseando por toda la ciudad de la mano y, cuando llegamos, nos dimos cuenta de ello y pensé: ¡joder, ¡qué bien!”
Para él, el drag le ha ayudado a liberarse y descubrir “cosas ocultas”, hasta incluso para plantearse su propia identidad de género: “mucha gente cuando se libera descubre que hay muchos colores en el arcoíris. La forma de identificarte es muy personal y conoces muchas etiquetas que, en algún momento, te planteas que eres, o no. Al empezar la aventura con el drag y plantearme el por qué de ello – a la vez que dudar sobre mi género – me sirvió para reafirmarme en soy un hombre cis, aún pudiendo permitirme toda mi expresión de feminidad”.
Nuestra conversación cierra con la siguiente pregunta: ¿La vida te ha dado una segunda oportunidad o te la has dado tú?
“Creo que yo. Si he querido algo siempre he ido a por ello. Cuando tienes mucho miedo de que no te acepten inviertes mucho esfuerzo en las cosas que saben que eres bueno y que te van a querer, por eso siempre he sido tan buen estudiante…”, y añade, “ahora necesito algo para mi desarrollo, soy yo quien lucha para poder seguir descubriéndome”.
Las comparaciones son odiosas, sí. Pero ¿y la perspectiva? ¿Cuántas cosas pasamos por alto en el día a día y no valoramos? Ciertamente queda camino por delante, pero testimonios como este nos reafirma en esa teoría orteguiana de que la realidad, al final, eres “tú y tus circunstancias”.
Adelante. Y ánimo.
Buen inicio de curso en el que os podáis permitir paraos a, simplemente, dejaros ser.