Al cumplirse los 50 años de la muerte del pintor Pablo Picasso (1881-1973), la historiadora del arte Eugenia Tenenbaum publica el libro Las Mujeres detrás de Picasso, en el que le da una vuelta a la historia y el foco deja de estar puesto en quien fue considerado el “genio de la pintura del siglo XX”, y pasa a visibilizar a las ocho mujeres que formaron parte del proceso para que Pablo fuera Picasso, desde su función como cuidadoras -y todo lo que conlleva el trabajo del hogar-; o modelos, -que en muchas de sus obras en las que aparecen no cita sus nombres-. La autora nombra los diferentes tipos de violencia que Pablo Picasso ejerció sobre ellas: psicológica, física, económica, vicaria, entre otras.
Los nombres de estas mujeres y protagonistas del libro son: Fernande Olivier (1881-1996), Eva Gouel (1885-1915), Olga Khokhlova (1891-1955), Dora Maar (1907-1997), Marie Thérèse Walter (1909-1977), Françoise Gilot (1921), Geneviéve Laporte (1926-2012), Jacqueline Roque (1926-1986). Por lo menos, cuatro de ellas, fueron artistas: pintoras, fotógrafas, bailarinas y escritoras.
Françoise Gilot (1921), con más de 100 años es una importante artista y escritora. En 1990 y 2009 recibió el reconocimiento de la Legión de Honor, la más importante de las distinciones francesas. Gilot, recibió una educación progresista y libre de sesgos de género por parte de sus progenitores; ella fue la única que enfrentó muchas de las manipulaciones y humillaciones del pintor. Marie-Thérèse Walter (1909-1977), ella misma relata en una entrevista las “prácticas sadomasoquistas de su pareja”, que esperaba total sumisión y la castigaba en caso de no obtenerla, llegando a quemarle la piel con cigarrillos en varias ocasiones. De las cinco obras más vendidas de Picasso, dos de ellas pertenecen a retratos de Marie-Thérèse Walter.
En el siglo XXI, donde continúan los asesinatos a mujeres por violencia de género, sigue siendo un tabú e incomoda nombrar este tipo de violencias, Tenenbaum, reivindica que el debate no es tanto si se debe o no mirar al pasado con los ojos del presente, sino quiénes son los sujetos que han estado y continúan legitimados para realizar ese ejercicio.
Además, se pregunta si bajo ese pretexto de distancia temporal: “¿no estaremos dando carta blanca para que sigan repitiéndose en el presente?, ¿No estaremos reconociendo que seguimos sin estar preparadas para mantener conversaciones incómodas?”